lunes, septiembre 15, 2003

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ESCRIBIR SOBRE LA MARCHA

Algunos escritores sostienen que con frecuencia emprenden su trabajo a pesar de no contar con la inspiración necesaria. Escribir no es cosa de inspiración, dicen, sino de almorranas. Por eso se ponen a teclear aunque la musa se haya tomado el día libre; escriben sobre la marcha buscando que las ideas fluyan obligadas por la necesidad, por el apremio de escribir aún sin tener un plan preestablecido. Se plantan como si el mero ejercicio de sentarse con la pluma en la mano o frente el teclado evocara un carrusel de ocurrencias e hiciera brotar las ideas. A veces resulta, a veces no.

Hoy me propongo escribir sobre la marcha, no sin antes advertir de los peligros que puede acarrear semejante práctica. El caso es que quienes no están familiarizados con el asunto pueden confundir los términos y tomar un rumbo equivocado en la producción o lectura de ideas. Suele ocurrir: alguien se refiere a una cosa y el lector le imprime otro sentido a aquel alegato. Por su parte, luego de una segunda lectura, autocrítica, el autor se da cuenta de que extravió el rumbo y torció aquello que se pretendía plantear.

Así proceden muchos escritores. Luis Spota decía que, por mera disciplina, se obligaba a escribir diez cuartillas diariamente; así iba armando su circo hasta terminarlo, luego se ponía a corregir, reacomodar, quitar y poner. Ya que se cuenta con cierta materia prima, retoman un tema, repasan algún tópico ya encaminado, redondean un personaje, un ambiente, algún conflicto, etc., y, sin pensarlo, las madejas de palabras, frases, párrafos, textos, etc van logrando la pieza final. Así, los textos se van confeccionando aún sin contar con la inspiración necesaria.

Pero, como dije, escribir sobre la marcha no es fácil, especialmente si no se domina el tema. Verán: la marcha es una pieza musical que evoca el ritmo marcado por el paso marcial de un individuo o un grupo. (Eso es todo lo que puedo escribir sobre la marcha por ahora).

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