lunes, mayo 03, 2004

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ACERCA DE LA DOCTRINA ESTRADA

Me gustan los poemas de Nicolás Guillén sin sabor a propaganda (los poemillas políticos de Guillén también me gustan, pero por ahora quiero decir que me gustan las otras, luego sabrán por qué -no por qué me gustan las otras, sino porqué quiero decir éso por ahora-).

Vean ésta:

VELORIO DE PAPÁ MONTERO

Quemaste la madrugada
con fuego de tu guitarra:
zumo de caña en la jícara
de tu carne prieta y viva,
bajo luna muerta y blanca.

El son te salió redondo
y mulato, como un níspero.

Bebedor de trago largo,
garguero de hoja de lata,
en mar de ron barco suelto,
jinete de la cumbancha:
¿qué vas a hacer con la noche,
si ya no podrás tomártela,
ni que vena te dará
la sangre que te hace falta,
si se te fue por el caño
negro de la puñalada.

¡Ahora sí que te rompieron,
Papá Montero!

En el solar te esperaban,
pero te trajeron muerto;
fue bronca de jaladera,
pero te trajeron muerto;
dicen que él era tu ecobio,
pero te trajeron muerto;
el hierro no apareció,
pero te trajeron muerto.

Ya se acabó baldomero:
¡zumba, canalla y rumbero!

Sólo dos velas están
quemando un poco de sombra;
para tu pequeña muerte
con esas dos velas sobra.
Y aún te alumbran, más que velas,
la camisa colorada
que iluminó tus canciones,
la prieta sal de tus sones,
y tu melena planchada.

¡Ahora sí que te rompieron,
Papá Montero!

Hoy amaneció la luna
en el patio de mi casa;
de filo cayó en la tierra
y ahí se quedó clavada.
Los muchachos la cogieron
para lavarle la cara,
y yo la traje esta noche
y te la puse de almohada.


Cuba me recuerda necesariamente a Fidel Castro. De este personaje he aprendido mucho, por ejemplo: que un individuo puede hablar seis horas seguidas sin parar; que una multitud puede aguantar todas esas horas escuchándolo; que los antillanos tienden a comerse la letra "s" cuando se tropiezan con ella la final de una palabra, y que la "jota" se les oye así como se me oye a mí cuando trato de echar una flemilla leve atorada en la faringe. Aprendí también que ciertas gorras no deberían utilizarse como parte del uniforme militar; que las grandes barbas no hacen sabios a los hombres y que cuando alguien acusa de embustero a uno, hay que responder con todo.

De Cuba he aprendido que cualquier lugar es propio para desarrollar las habilidades humanas; que el bloqueo económico no mengua las caderas frondosas ni decolora la piel; que un pueblo tiene los gobernantes que puede soportar, y que los camiones urbanos tienen mayor capacidad de la que pensamos. Que hay un coro cubano que interpreta el Mesías de Haendel cuando llega un Papa por allá.

No estoy seguro de si la mayoría de los cubanos quieran que Fidel siga gobernándolos. Será muy su pedo; lo que sí sé es que la mayoría de los mexicanos desconfía de Fox y odia a René Bejarano y a Cuauhtémoc Blanco; y que a la mayoría estadounidense le parece que Bush jr. tiene los ojos muy juntos.

En otro orden de cosas, sorprende que Collin Powell sonría tan descaradamente sin haber leído a Manuel Payno o a Cervantes, y que Condolezza Rice tenga nombre de sopa Campbell's. Son cosas del destino. Me quedo con Guillén.


("Humphrey, tus lectores no lograron aclararse el por qué que señalaste al principio". -Pues ni pedo, tampoco saben qué hacer con su credencial de elector-).