miércoles, mayo 05, 2004

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CÓMO NO ESCRIBIR

Un día dejé de escribir. No sé cómo, pero pasó un día. Recuerdo que estaba descansando en una mecedora metálica mirando el césped reseco en casa de mi suegro; estaba solo y pensaba que vivir en Estados Unidos me hacía infeliz. Sudaba. Era una idea que tenía y que me hacía cosquillas a cada rato, quizá porque estaba desempleado y, por supuesto, deprimido; rondaba entre mis cavidades craneanas la propuesta reiterativa de emigrar. Recuerdo que esa tarde me fui quedando solo hasta que quedé solo y podía escuchar el rechinido de la mecedora como un estribillo capcioso que lejos de perturbarme me arrullaba. Tengo sueño. La tarde se va apagando sobre el sofocado verano de sí misma y es entonces cuando me detengo a reflexionar acerca de la necia costumbre que padezco de estar haciendo cápsulas textuales de las imágenes que se me presentan y de otras que yo llamo alternas y que son infinitamente más divertidas y a veces trágicas. Eso me cansa tanto como me entretiene. Me conozco y sé que puedo estar deprimido, incluso desempleado, pero no tengo espacio para el aburrimiento. En eso guardo ventaja con la mayoría de mis conocidos que, en cuanto se van quedando solos, empiezan a entrar en una especie de pánico que confunden con aburrirse. No conozco el aburrimiento, únicamente el cansancio, que no son lo mismo. Desde una enorme jaula unos pájaros me observan. Se ven molestos y apuesto a que es el chillido de la mecedora lo que los intriga. Son pequeños esos pájaros prisioneros y aquel ruido cíclico parece confundirlos. Todos tiran su juego, nadie toma la apuesta. Lanzo el bote vacío de cerveza a un contenedor de alambre que se encuentra anclado en el centro del patio, junto al asador de ladrillo donde apenas ayer se atizaron cinco kilos de diezmillo y tres de tripa, el mismo sitio donde anoche mis cuñados bebieron cerveza como hooligans enardecidos después de haber sido eliminado el Chelsea.
Debe haber unos 44 grados a la sombra porque estoy sudando excesivamente. No tengo ni la menor idea del tipo de negocio que voy a iniciar en octubre de ese año, ni siquiera deseo pensar en ello porque ya había empezado a pensar en ello. Otra cerveza. Gracias, disculpen. En el bote veo breve leyenda que tiene una falta de ortografía. Pobre bote. Pobres pájaros. Pobre mecedora vieja. Pobre verano. Pobres que no saben escribir. En este momento (en aquél, no en éste en el que lees) dejé de escribir.

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