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CITA LA FUENTE
Leo Chac Mool de Carlos Fuentes. El cuentillo, publicado en Los días enmascarados por allá en 1940ypico, es una fusilata de "Los dioses en el destierro" de Enrique Heine, con la diferencia de que la de Fuentes es una historia corriente y un tanto forzada. Al alemán lo he mencionado (que no citado) aquí por razones diversas, a Fuentes, no. Heine citaba poco y cuando lo hacía era para partirle la madre a los citados. Fuentes cita con la obsesión del adicto que se entera de que su proveedor ha sido encontrado muerto en un hotel de paso. Ignoro si la citorrea de Fuentes es una balandronada con pretensiones intelectuales (citar a medio mundo para asustar al otro medio mundo), o si simplemente es un defecto de fábrica. Plugo a Dios que el jurado del premio Nobel de literatura no vaya venir a alborotar las hemorroides de la Nación.
Citar, se sabe, es una costumbre hebrea, como la circunsición y los juicios express (hubo uno, célebre, allá por marzo del año 33), sin embargo, Fuentes ha hecho de la cita un vicio tal que no estaría de más pensar en organizar una filial de Citadores Anónimos, donde se den pláticas y se proporcione ayuda clínica. La recurrencia en el citar es un recurso grandilocuente y su abuso puede ser dañino para la salud, especialmente porque los ingenuos tienden a otorgar algún grado de autoridad a quienes se valen de él.
“Como señalaba Mengano...”, o “Ya había adelantado Zutano...”, y otras tantas formas de introducir aquello que dijo alguien pareciera ser materia propia de un ratón de biblioteca o de una memoria privilegiada. Y qué chingados, la mayor parte de las citas que aparecen en los discursos no son sino mera opiniones sin más validez que la fe que deposita el orador en ellas. La firmeza de un discurso, su legitimidad, se tiene a sí mismo como referencia, se vale de su propia lógica y su estima depende de su andamiaje argumental. La cita es una muletilla mercenaria.
Citar es útil cuando se trata de un ensayo que lo exige. Una tesis, un trabajo académico, un documento legal o un tratado de historia. Pero no hilar un párrafo sin aderezarle dos citas de autores renombrados simplemente es mitomanía.
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