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LA FUENTE DE LAS COMPARACIONES
Un escritor famoso que ya abandonó este mundo, decía que París había inspirado a infinidad de autores a realizar sus obras, señalaba que la mayoría eran extranjeros que huían del provincialismo de sus naciones. Lo curioso es que en las calle, los parques y los cafés parisinos estos autores no hacían mas que soñar, escribir o pintar aquello que recordaban de sus lugares de origen. Podría decirse que destacados autores han realizado obras importantes en el extranjero motivados por ese poderoso resorte llamado nostalgia.
Si se piensa, esa nostalgia es capaz de despertar ciertos recovecos de la memoria que permanecerían inamovibles en circunstancias habituales. En el fondo, el disparador no lo produce la lejanía, la distancia, sino la vocación natural del individuo por establecer comparaciones. Mundos nuevos despiertan sueños nuevos. Circunstancias ajenas revaloran las domésticas. Enfrentados a sitios, personas y costumbres distintos, los hombres comparan y repasan con detalle aquellos que le han sido propios de forma en que no les había sido posible hacer antes. Cuando se hace un oficio de esta observación comparada, pueden nacer escritores como Joseph Conrad o Alejo Carpentier. El problema es que la mayoría de los mortales somos muy primitivos para nadar en el océano intangible de lo comparable. La comparación es una abstracción, una superposición instantánea de planos que existe como una realidad alterna e infinita; un ente tan abstracto y diverso como la idea que evoca la frase el extranjero.
("Humphrey, ¿dónde termina la cita parafraseada de ese escritor famoso y quién es el tipo?" -Joder... acaba donde dice provincialismo de sus naciones, lo demás tu lo escribiste, no te hagas... lo del nombre del escritor qué importa-.).
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