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OREJAS DE JUNIO
-Hubo dos reventones de escribidores asistentes a Horas de Junio. Sólo asistí a uno donde hubo carne asada de primera, mucha cheve y mejor cotorreo. La poeta siniestra (es decir, de izquierda) Silvia Brandon de origen cubano pero radicada en Pennsylvania, tocó la guitarra y cantó algunas rolas que hicieron famosa a Vicki Carr. Bastante afinada la señora aunque su poesía me pareció panfletaria (la que había leído Silvia, no la de Vicki Carr).
-Se armó buen parloteo con Edmundo Lizardi, Gerardo Segura y Julio Ernesto Tánori, a quienes no conocía personalmente. Edmundo nos dijo que La Paz, donde vive actualmente, es una sucursal del paraíso con categoría ISO 9001 y nos invitó a ir a echar rollo en un encuentro cercano del tercer tipo (es decir, de escritores) que tiene en mente para un futuro próximo. Estamos apuntadísimos. De pasadita digo que en su lectura se aventó algunos poemas de un libro inédito que le pegaron a la concurrencia. Uno que habla de Barcelona, con algunas frases en catalán, dejó ver que el Edmundo es un poeta maduro con mucho oficio y bastantes millas en su velocímetro.
-Aunque ahora pervive en Coahuila, Gerardo Segura vivó en Beautyfulville un tiempo y acá conoció a la clica culturosa, por eso se lanzó al ruedo a leer una crónica sobre sus impresiones de las Orejas de Junio del año pasado, su reencuentro con los cuates y las remembranzas que esto trae consigo, todo en un caló sonorense bien llevado. Quiere hacer un blog, así que le damos la bienvenida a este hoyo negro.
-Del Tánori puedo decir lo siguiente: él sostiene ser "el mejor poeta del mundo". De entrada yo no lo dudé, pero no tuve tiempo de comprobarlo pues su lectura se llevaría a cabo en el municipio de Mazatán, Sonora, donde concluirían las hostilidades de Horas de Junio, por invitación del presidente municipal de ese poblado (con comilonoa regional y hospitalidad garantizada). Me lo perdí porque ese día, sabadito, tuve que chambear y reponer los días que me la pasé en estado cataléptico de contemplación poética y escritural.
-Hubo reeencuentros con amistades que dejé en Beautyfulville hace casi tres décadas, cuando partí a conocer el mundo. Por entonces yo quería que el mundo me conociera a mí, pero pos como que el mundo andaba ocupado en sus cosas. Bueno, el afortunado caso es que que me encuentro al Pascual Mora, poeta y editor, cuatísimo de la griférrima prepa central de la Unison a quien saludé con el mismo gusto que me proporcionan las invitaciones a ir a pescar. Para completar el cuadro, resultó que su esposa, ticher universitaria, es una clienta leal de mi negocio de artículos de piel. Así que volvimos a tender el cableado de la comunicación y quedamos emplazados a aniquilar unas botellas de vino chileno un buen día de estos.
("Humphrey: ¿Y qué carajos haces posteando a esta hora?" -Lo que pasó es que, como a las cuatro de la mañana, la socia escuchó ruidos en el pasillo, se levantó y sin decir agua va se agarró a chanclazos con un intruso que entró sin invitación: era una cucaracha tamaño mazorca que traía sus huevecillos y todo que, además, salió respondona y terca. La socia como que a esas horas anda de pocas pulgas; hizo tres pases mágicos con la chancla y, echando por tierra varios millones de años de evolución y supervivencia de esa especie (la de la cucaracha no la de las pulgas), dejó al bicho hecho machaca. El inoportuno suceso me espantó el sueño y eso me trajo aquí-. "Ah".)
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