sábado, diciembre 11, 2004

A CONTINUACIÓN UN CUENTO DE LA TERCER EDAD (la mía)
El relato forma parte de una nueva obra que en este momento sería impublicable (y a lo mejor después también). Advierto que produce sueño desde el mismo título, tengan un almohada a la mano para evitar la tortícolis. Quienes alcancen a llegar hasta donde dice "Fin", no dejen de checar su glucosa.
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A LA ESPERA DEL CARLOMAGNO
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.I.
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...El 16 de febrero de 1812, las noticias del avance napoleónico en Ausbaheim se negaban a llegar a Rótterdam. La inminente campaña contra el imperio ruso engendraba pesimismo y el futuro parecía venir sobre una cuerda floja. Hacía tres semanas que no circulaban los periódicos, la crisis del papel en Inglaterra tenía varada la imprenta de Soreinberg. La comunicación terrestre se encontraba interrumpida y la escasa información llegaba al puerto en forma de rumores, creíbles apenas, desde lugares tan apartados como Lisboa y Marsella.
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...En la taberna de Leseken, los marineros esperan la llegada del ballenero Carlomagno. La nave genovesa ha permanecido en Ámsterdam desde mediados de diciembre ante el peligro de sabotaje, ahora es esperada con apremio. Ajenos a los pormenores de la guerra, aquella veintena de pescadores aguarda zarpar en busca de los grandes cetáceos y del bacalao que aporta siempre jugosas ganancias adicionales. Olaf Guntersöhn, sentado al fondo de la taberna, observa en sus camaradas el gesto descompuesto de la necesidad. Detrás de la barra tatuada por la navaja del ocio, unos permanecen arrinconados, otros, desperdigados por las mesas maltrechas del tugurio, gastan en una cerveza el último latido de su bolsillo apostándolo todo a la llegada del Carlomagno.
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...Como un ejército diezmado, el pulgar y el índice se tocan entre sí; Guntersöhn mira de reojo su mano izquierda antes de esconderla bajo la mesa. Lo hace involuntariamente. Un dolor íntimo lo obliga a ocultarse a sí mismo. La diestra empina el tarro metálico hasta la última gota. Momentáneamente detiene el timón de aquella tarde. Cómo pudo una exitosa jornada en alta mar convertirse en un ataúd inesperado. Se salvó, sí, pero incompleto. Imposible olvidar el latigazo que le arrebató la integridad. ¿Cómo logró maniatar el pilote móvil a la peonza de ojales pese a los borbotones de sangre? No lo sabe, sólo sabe que sus dedos desaparecieron junto con dos de sus hombre.
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...Cuando Guntersöhn mira los dedos cercenados, su ceño se transforma, sus ojos parecen detenerse en un espejo y su rostro se enciende de rabia. La peor pesadilla es una noche de tormenta en el Mar del Norte!
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.II.
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Junto al Palacio del Príncipe, en el centro de la plaza y escoltada por banderas marchitas, una fila sinuosa aguarda turno. El marino deja la gorra en una percha y dice adiós de madrugada; deja sus arreos enmohecidos y tira los dados en un albur de supervivencia. Por veinte coronas rompe promesas y cambia de uniforme si es preciso.
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...."Olaf Guntersöhn!"
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....Un paso al frente. El frío castiga los músculos y obliga a apretar las mandíbulas. El guante negro relleno de aserrín disfraza la ausencia dactilar.
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..."¡Presente!"
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...Pequeñas plumas de nieve tiñen de blanco la explanada, se escuchan bufidos de caballos inquietos. El teniente observa con recelo a aquellos hombres, serán útiles aunque no sepan empuñar la espada o el fusil. Ahora hay que marchar hasta el Mosa y de ahí embarcarse al Rin y luego incorporarse al frente de batalla. Veinte coronas, una lista de soldados rancios de salitre y el Carlomagno dando tregua a las ballenas.
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...Es la leva. Aguarda Napoleón refuerzos para emprender el asalto final contra el invierno, su imperio es invencible.
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..."¡Olaf Guntersöhn!"
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..."¡Presente!"
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...Sargento y marinero. El guante negro apenas disfraza el infortunio pero dos dedos y una palma firme bastan para sostener el mango del mosquete galo.
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..."¡A la orden, Señor!"
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..."¡Mantenga el rumbo!"

..."¡Sí, señor!"
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...De cualquier modo la diestra jalará el gatillo y no será más complicado meterle un tiro a un ruso que someter a una ballena. El sargento huye al camarote del frío insoportable. Qué va a saber el sargento de peligros si lleva su cara la cicatriz de la idiotez; pobre ignorante, qué va a saber del miedo. Pobre francés, brillan los botones dorados en el peto de su abrigo salpicado de manteca, seguro es un hombre que llora en las alcobas.
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...Sobre estribor, la silueta de Guntersöhn se desdibuja entre la bruma como en aquellos tiempos. Los marineros empuñan sus fusiles y lo miran de soslayo con respeto. No imaginan el fin de la jornada y prefieren el silencio; son taciturnos porque el frío del norte no sabe de amistades. Veinte coronas holandesas, habrá qué comer en casa el resto del invierno. El humo del cigarro disuade a los fantasmas. Sus fosas nasales respiran un aire congelado y nebuloso. El bacalao es buena guarnición después de todo. Ahí están, se contorsionan y se anegan, suplican sus aletas volver al mar profundo, pero un garfio aborta el intestino y el ojo se abre como luna salpicando de sangre la cubierta. Luego vendrá la sal y la conserva. Luego la paga llegando al puerto.
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.III.
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...Aquel día, zarparon de madrugada. A media mañana, cuando se arrojaban al mar largas piolas cargadas de anzuelos y calamares, comenzó a soplar un viento inquieto. El cielo se precipitó y fuertes ventiscas comenzaron a azotar la eslora del “Witchliebe”, las olas crecían presagiando lo que venía. Fue algo tan inesperado como violento. Olaf Gutersöhn se aferró al timón como una ostra en la roca milenaria. En el clímax de la tormenta comenzó a gritar a sus marinos pero su voz se extraviaba. Las bodegas se anegaban y los esfuerzos por mantener a flote al pesquero parecían inútiles. El diluvio no es un pasaje bíblico. La embarcación era una pluma en el océano y el ruido ensordecedor anunciaba el juicio final. Las olas azotaban con furia inaudita la embarcación como una maldición que dificultaba toda acción humana. La muerte tocaba los hombros de la tripulación; bufidos marinos y truenos capitales iluminaban tétricamente la cubierta mientras la nave se debatía contra un gigante enloquecido. Ahí se perdieron sus dedos y sus marinos.
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.IV.
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...Antes de que el Emperador aceptara su destino, el ejército había probado ya el sabor amargo de la calamidad. Olaf Guntersöhn había visto morir a la mayoría de sus camaradas en el frente. Vio a Napoleón una mañana oscura cuando pasó revista a las líneas maltrechas de su batallón. También el sargento había muerto. Dos años de derrota son bastante y ahora el regreso a Bélgica donde se precipitarán los sueños imperiales.

Movido por la compasión, el teniente Blaison decidió otorgar licencia a Guntersöhn cuando vio los dedos cercenados del marinero. No dudó en pensar que aquello era el mal recuerdo de una batalla.
...Era la primavera de 1814, Guntersöhn llegó un mediodía cargando a cuestas las grietas agravadas de su rostro y un racimo de canas en las sienes. Rótterdam parecía haber envejecido también. No había banderas ni pañuelos blancos para un soldado que regresa. Atravesó el mercado de mariscos y respiró profundamente cuando percibió el olor característico del bacalao salado. Avanzó por el barrio pobre de los artesanos y llegó hasta la vieja taberna de Leseken. Al entrar, levantó su mano izquierda en forma de pistola, el viejo tabernero eludió la barra y lo abrazó con una botella de wiskey en la mano. Los marineros se pusieron de pie.
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.V.
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...A fines de ese año, Guntersöhn observaba desde la cubierta del Carlomagno las costas de Córcega y de Elba. Respiraba con tranquilidad el aire salobre del Mediterráneo sin imaginar que Napoleón se encontraba recluido ahí desde el 4 de mayo. El viejo marinero apretaba sus dedos, lo que quedaba de ellos, sobre las pestañas del timón. Pensaba en su esposa consiguiendo clientes en los tugurios negros del puerto y en sus hijos andrajosos robando pan en el mercado. Durante la guerra la supervivencia toma caminos inesperados y la ausencia de tres dedos puede devolverte a casa.
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... Ahora todo parece volver a la normalidad. Después de todo es una fortuna estar vivo y el Carlomagno es un buque muy joven. (Fin).

1 comentario:

nacho dijo...

Caro amigo Esteban. Agradezco tu comentario y creo que tienes razón... toda narración es susceptible de afilarse y hacerla más efectiva. Estoy puesto con vernos ya que te desocupes de tus labores académicas y armar el blog que está pendiente. Saludos.