ETERNO RETORNO
Viajamos en un tren llamado tradición del que no queremos o no sabemos bajar. Hace escala en varias estaciones en las que sólo hay gente que sube, por eso el tren crece. Quienes tienen la osadía de bajar lo hacen por dos razones: primera, para subirse de nuevo unos años más tarde a continuar el viaje; segunda: para urdir una manera en que se descarrile el tren. Estos últimos muchas veces envejecen y mueren contemplando a lo lejos la columna de humo que va dejando la máquina; los menos, unos cuantos, sobreviven y levantan inqiuetantes edificios filosóficos. Esos edificios, con el tiempo, se convierten en trenes.
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