martes, febrero 03, 2004

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CARTA A JULIO DI BELLA

Humphrey me puso al tanto de la petición de Rax para conseguir abajofirmantes en relación a ciertos malestares entre trabajadores inconformes del teleadictivo Canal Once y de miembros de otros organismos encargados de tener ojo de águila. Se trataba de envair una carta para el titular del canal 11 y HB no quiso meterse en el asunto, de forma que me echó la bolita. Ser abajofirmante es una de las aspiraciones a las que no soy muy dado, sin embargo, entratándose de enderezar un entuerto, pos así salió la letter. (Comentarios meterlos por debajo de la puerta o enviarlas al mail que aparece al fondo de este post).

Sr. Julio Di Bella

Aires de mi tierra traen lamentos lamentables de personas que sienten heridas sus creencias debido a ciertos humores que ahora se respiran en el Canal Once. Dirigir un canal debe ser una tarea compleja sin duda y no debiera descartarse la conseja de tener a mano los experimentados manuales de la Secretaría de Agricultura. Llevar agua clara (no digamos ya potable) debe ser consigna para los manejadores de canales.

Cuando algunos usuarios de los canales perciben que el agua se enturbia, hacen lo que está en su derecho: poner el grito en el cielo, de forma que sus diversas emisiones orales y escritas se tomen en cuenta. Puestas ahí, en el cielo, no pueden pasar desapercibidas, incluso ni por nosotros que vivimos tan lejos. La vida nacional, sin embargo, parece moverse conforme a una inercia heredada por la costumbre de navegar en un solo río. Ello explica que los nuevos protagonistas de la gran telenovela mexicana carezcan de imaginación para actualizar el guión y se atengan a los usos conocidos y practicados desde los tiempos en que la abuela deseaba parecerse a Greta Garbo y aún antes (antes de Greta Garbo, no antes de que la abuela deseara imitarla). Con su manto ideológico, el amor real que representan estos protagónicos, pareciera buscar transportarnos a una hacienda castigada por el tiempo, a una parroquia barroca de género menor y, hay que decirlo, a costumbres regidas por el fétido estropajo de la censura.

Solemos ducharnos en las aguas del canal once con fines de recreo y esparcimiento más que de otra cosa, y conocemos la fuerza de su corriente. Entendemos que se practicaban en dicho canal técnicas de conducción hidráulica decentes, algunas de ellas traídas de tierras lejanas por su evidente calidad, privilegiándose así una apertura bien recibida por un público desprendido de lo rancio.

Dialogando en confianza, ¿a qué responde entonces el cambio de curso en el trayecto del canal?

Le envío mis respetos a granel:

Ignacio Mondaca
Hermosillo, Sonora
moroico@hotmail.com

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