miércoles, febrero 04, 2004

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LOS TEXTOS, ESOS CIRQUEROS

Los textos, los propios, huyen de nosotros al publicarse. Intentar corregirlos es una manía generalmente absurda, sin caso. Por eso yo no escribo, simplemente armo textos y los dejo huir, así también yo huyo de ellos, huyo de mí mismo, como si en esa huida me fuera dado reencontrar algo.

En materia poética la cosa se complica. Cuando alguien se ostenta poeta siento el mismo escalofrío que experimentaba de niño cuando veía a Renato saltar de un trapecio a otro dando maromas en el aire a veinte metros de altura. De día, pasaba con mi bicicleta y sentía una extraña angustia personal de solo ver las rojas letras Circo Atayde en los costados de los trailers y las jaulas. Si yo fuera el trapecista. Por la noche, sumado a la zozobra que me producía su trapecio, Renato ponía a un lado la trompeta con la que recién había imitado algo de Herp Albert y, cansado luego de ir parado encima de un caballo haciendo piruetas por la pista, se metía en la jaula de los leones y los hacía saltar un aro de fuego. Un día Renato se mató al estrellarse en el globo de la muerte. Eso por suerte no lo vi. Así también, la mayoría de los poetas mueren en el intento. Veo a cientos de ellos, legiones enteras, tratando de decir algo, tratando de huir de sí mismos pero sin abandonarse, muchas veces sin percatarse de que el título de poeta lo otorgará algún día la poesía sin ninguna ceremonia. No los hombres y menos el propio aprendiz.

Renato no se ostentaba cirquero, simplemente lo era y la validación de su existencia se demostró muriendo, huyendo de sí mismo y de su fama. La tragedia que envuelve al circo. Tal es la agonía del poeta que al huir de sí mismo debe abandonar el cascarón quebradizo de lo que fue. Y si lo es, no regresa jamás a ese cascarón. Muere lo que fue. Aunque semejante, meterse a una jaula con leones es menos arriesgado que ser poeta. El cirquero-domador con un poco de suerte sobrevivirá, el poeta con mucha suerte acasó morirá en una agonía lenta. Los lauros esperarán su partida para ceñir su frente y el poeta tendrá también que esperar a su propia resurección, esa donde ya no será.

Descanse en paz Renato, el rey de los payasos, en algún lado estará divirtiendo a los poetas.

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