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1984, LA RESURECCIÓN DEL BLOG
Hay días que no hallo de qué escribir, me dijo un bloguero camarada al referirse a mi comentario sobre su escasa producción. Sí, le respondí, me ha pasado y le dije lo que estaba pensando en ese momento: que he pasado por períodos de cerrazón literaria en que no doy en escribir nada interesante y que, lo más duro, apenas podía reconocer el vacío por el que atravesaba en tales momentos. Mira, señaló, no es broma... antier me senté frente a mi computadora y tuve la sensación de que mi cabeza estaba hueca, nada acudía a mí que pudiera ser plasmado en un post, sentía náusea de mí mismo. Igual me ha pasado, respondí, pero, fíjate, ¿por qué pensar en ese vacío como si fuese una condena?, total, si no hay nada interesante que escribir, podemos decir eso: nada tengo que decir. La gente lo va a entender, los lectores se van a identificar con ese sentimiento y algunos empezarán incluso a recordar circunstancias similares. Sí, mi amigo, pero pronto caerán en cuenta de la verdad. Notarán que han caído en una trampa. Que leen algo que ello debieran haber escrito después de reflexionar sobre su escasez. Caerán en cuenta de que la ausencia de ideas no existe. Aquí, le dije a mi amigo bloguero, podrías entrar en el terreno minado de la filosofía y pensar lo que elucubraba Leibnitz: que las ideas han existido siempre, incluso antes de que alguien pudiera elaborarlas. La idea. El secreto de los idealistas. Mira, traté de explicar, hay una relación entre la Tierra y la Luna: una relación geométrica, una circunnavegación predecible, demostrable, mesurable, traducible al lenguaje. Esa es la idea. Existe antes de que algún homo sapiens pudiera sentarse a especular sobre la Luna y la multiplicidad de sus relaciones; antes de que algún pensador griego se aventurase a hipotetizar sobre la abstracción en tanto concepto. Las ideas son una realidad tangible. Son objetos que existen y de los que una mente desbloqueada puede apropiarse. Por eso mi amigo dijo que a lo mejor se volvía idealista. Allá tú, dije. Vino a mi mente lo que alguien me había argumentado hace tiempo: que el materialismo no es sino una categoría reciente, idea aleatoria, una idea a fin de cuentas.
Antes de que termináramos de chatear, mi amigo bloguero dejó de escribir. Se levantó de su silla y salió al patio. La noche es fría, enciende un cigarrillo y levanta la vista hacia el cielo oscurecido de febrero. Alcanza a ver el Cinturón de Orión y la Osa Menor. Yo, por mi parte, cierro la sesión del MSG y me lanzo a buscar nuevas ideas entre la polvareda que levantan otros blogs.
¿Qué hora es?
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