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PARÁBOLA
Todos habrán visto a los desempleados que se plantan en los cruceros vestidos y maquillados como payasos; buscan sacarle a la vida unas monedas de la bolsa. Realizan actos de malabarismo, trucos de magia o acrobacias mientras el semáforo hace lo suyo. En estos días me topé con uno de esos payasos. Se presenta con peluca naranja, carablanca, nariz y bocota clásicas, y tres pelotas fosforescentes que saca de unos pantalones holgadísimos y chillantes. El payaso lanza las pelotas al aire pero en lugar de capturarlas pretende eludirlas. Ha fallado, las pelotas le caen en la cabeza; acto seguido finge que ha sido agredido por unos seres imaginarios que supone a cierta distancia, gesticula, hace señas obscenas y termina amenazándolos y haciendo como que los perseguirá. Todo transcurre en una fracción de minuto. El acto ha concluido, hace una reverencia como si estuviese en Bellas Artes y avanza entre los autos a recoger su paga. Imperceptiblemente un niño ha recogido las pelotas y espera al actor en el borde del camellón. La segunda función esta por comenzar.
Hay quienes se visten de payasos sin serlo. Otros son payasos simplemente. Los menos necesitan apenas maquillaje y vestuario para desempeñarse como nadie.
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