jueves, octubre 07, 2004

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MINIFIX DEL GÉNESIS
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Harto de los juegos de azar, un antiguo mandarín de la China ordenó a sus ministros promover entre sus súbditos la elaboración de un dado de cinco caras que sustituyese al de seis. El cubo, por su ambigüedad kinética y su uso desmedido, había corrompido a su pueblo hasta un grado insostenible.

Prometió el mandarín la mano de su hija al hacedor de tal prisma y otorgaba de antemano la sucesión del reino a condición de que el cuerpo inventado gozace de proporciones perfectas.

Pasaron tantos años desde la promulgación de la solicitud real, que el olvido terminó por sepultar semejante pretensión. Muchos objetos se crearon con aquel propósito, pero ninguno gozaba de las características de unidad, equidad y justicia que el modesto dado de seis caras.

Entre los objetos fallidos guardados en el desván más oscuro y olvidado del palacio mandarín, había uno que se distinguía por sus cualidades geométricas. Fue un mongol quien, sin sospechar de la magnitud y trascendencia de su ocurrencia, pateó aquel objeto de gajos pentagonales y exagonales.

La hija del mandarín murió a los 111 años, virgen e inmaculada.

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