lunes, octubre 11, 2004

SHOW TIME

Comenzó la cuenta regresiva para el estreno de Elíxir de amor en Beautyfulville. Aparten sus boleto, las funciones: 29, 30 y 31 de octubre. Donizetti hará acto de presencia en esta provincia apartada de Dios, bañada de polvo y ansiosa por figurar en el mapa cultural del planeta.

Aguanten este breviario cultural: El maestro Gaetano nació en la ciudad italiana de sugestivísimo nombre: Bérgamo. Su madre lo parió en 1797, año en que el tozudo Emmanuel Kant terminaba su Metafísica de las costumbres; colgamos aquí esta referencia con el único propósito de que comparen ustedes cómo los seres humanos son capaces de crear cosas tan diversas al mismo tiempo, así que mientras la madre de Donizetti paría un genio, el profe Kant elaboraba dos gruesos tomos que resultan ideales para nivelar las patas dañadas de los escritorios viejos. Bueno, pues han de saber que este compositor componía hasta dormido pues tuvo la gracia de armar un total de 65 óperas y operetas, amén de un rosario de arreglos y componendas musicales variadísimas que haría muy mal yo en ennumerarlas aquí. Le daba por hacer óperas de guiones comiquísimos como es el caso de Don Pascuale y el propio Elixir, que son una botana, sin embargo hizo algunos dramas marca llorarás como Lucía de Lammermoor, una de sus óperas más socorridas.

Bien, pues Gaetano se petatió en 1848, cuando Marx publicaba sus famosos Manuscritos filosóficos, con lo que sugestionaría a varias generaciones (las generaciones aclaran: se sienten sugestionadas tanto con los rollos de Marx como con la muerte de Donizetti, en una proporción tan especial que no ha sido estudiada aún por los seguidores de la estadística).

Finaliza aquí el breviario cultural. Continúa la perspectiva individual sobre la fenomenología de los procesos culturales que le tocan vivir al autor.

Cuando se presentó el director escénico en el SUM (Salón de Usos Múltiples) de la escuela de Música de la Unison, a fin de organizar histriónicamente a los miembros del Coro de la Universidad de Sonora, es decir, a esos soldados rasos del arte sin sueldo que somos nosotros, no había caído en cuenta de la cantidad de telarañas que se han venido acumulando en las alturas del recinto (yo, no el dire). Fue hasta el momento en que el personaje Belcore entra en escena, cuando al esbozar un gesto de desprecio por sus intenciones amorosas hacia Adina, la protagonista guapa, que volteé hacia el techo y percibí la persistencia de los arácnidos ahí. Por un momento atravesó por mi mente que aquellas caprichosas telarañas eran un prolegómeno de las celebraciones de Haloween, pero pronto entré en razón: las paredes son tan elevadas que es prácticamente imposible que los trabajadores de intendencia del Sindicato de Trabajadores Manuales de la Universidad puedan acceder a ellos (en primera a los techos y, ya trepados, a las telarañas). Cuando volví en mí después de esta digresión, ya se me había pasado la entrada del coro, pero, gracias a una experiencia oportunista, me monté en la ola de las voces con una facilidad bastarda comparable a aquella que caracteriza la victoria de los árabes sobre los visigodos en el año de 711 d. de C.

El ensayo terminó cerca de las diez de la noche, todos cansados pero felices.

El director escénico apenas llegó ayer recién desempacado de chilangolandia y sabe bien su negocio. Será nuestro guía actoral de aquí al estreno. Espero que nos aguante (continuará).

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