CAYÓ EL TELÓN DE "EL ELÍXIR DE AMOR"
Son las 11:07 de la noche en Beautyfulville, el cierre del telón anuncia en su universo ingrato que el engranaje reclama lubricante. Es domingo, la última función entra en paro respiratorio y un alarido de emoción enciende el teatro. Es el grito de los cantantes enfundados en su curioso vestuario. Viene el saludo porque es el momento en que el público puede comunicarse, cuando el deseo de estar en el escenario captura a quien está en la butaca. Hay aplausos, flores, palabras, emociones, fotografías, entrevistas, abrazos y alguna lágrima. Hay un glamour en todo esto que ataranta.
No se escatima el aplauso porque el desfogue es necesario: tres horas de cantos encimados, de armonías insólitas y hermanadas, de timbres insurrectos y cuerdas castigadas tienen que coincidir en un instante que estalla en desenlaces, en acuerdos pactados en muchas horas de ensayo, en complicidades de música y actuación.
Los miembros del coro hicieron un gran trabajo, especialmente porque practican su arte sin esperar una moneda a cambio. Cantan simplemente por amor al arte, esa frase trillada. Así cantaron la mayoría de los solistas, incluyendo a la socia que tuvo una actuación soberbia y cuyo impecable trabajo vocal despertó nutridos aplausos espontáneos del público.
Felicito a la ticher Marybel Ferrales por su entereza para hacer posible la ópera en esta entidad; En dos de las funciones hizo gala de su mejor arma, su potente voz. Echo porras también a mis amigos Glenda Landavazo, Jesús León y Guillermo Ontiveros, que debutaron en roles protagónicos, sin olvidar a Gaby Copca y a Octavio Moreno que ya tienen más kilometraje recorrido sobre las tablas.
LA FILARMÓNICA
Hoy cumple un año de vida la Orquesta Filarmónica de Sonora. Felicidades. Muchos de sus músicos son personas que estimo grandemente. No exagero si digo que la orquesta y su director Gastón Serrano rebasaron las expectativas. Desde el foso despuntaban los arcos de los violines y los bellos sonidos de los alientos escapaban inundando la sala y sus rincones. Que sigan jalando parejo para que se arme una cadena de proyectos operísticos. Total, cada quien desea lo que quiere.
Ah, de una vez plugo a Santoclós que obsequie a esta ciudad un teatro decente.
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