miércoles, noviembre 10, 2004

EL PESIMISMO, REMEDIO INFLABLE (PERDÓN, INFALIBLE)

Durante las últimas semanas he sido sometido a un ritmo de vida que me hace pensar que mi agenda cotidiana esta regida por fuerzas ajenas a mi voluntad. Soy azotado constantemente por el reloj, perseguido por el insomnio y me debato en la permanente sensación de que al día le faltan horas. En pocas palabras, padezco ansiedad, delirio de persecusión y paranoia; una mortal combinación de René Bejarano, Tatiana y George Bush.

No me explico de otra manera la sensible caída que ha tenido mi actividad bloguera en esta temporada. El trabajo musical en torno a la ópera dejó sin operación algunos sectores del hemisferio izquierdo de mi cerebro; luego vino el congreso de didáctica de la Literatura y la Lengua que me trajo dando vueltas por todo el campus con una raquítica dieta de galletas y café Combate. Si a esto agregamos que no he podido hacer esos acordeones tipo Tigres del Norte que acostumbro frente a la retahila de exámenes parciales, tendremos un mapa global de mi estado mental lastimero.

Como si lo anterior no fuera poco, cuando entro a mi casa percibo un fuerte olor a establo lechero, pues es tal la cantidad de sacos y chamarras que no he entregado a mis clientes que el humor de la piel alcanza aquí tintes rancheros. Ni siquiera he podido responder a la tumultuosa lista de e-mails que se aglutinan en mi correo y tengo abandonados proyectos como Hipertextos y el periódico mural de mi school; tampoco he enviado el texto con el que participaré en el encuentro de escribidores de la entidad.

En pocas palabras: mis proyectos escriturales actuales se reducen a una rigurosa elaboración de la lista del mandado y las cuentas por pagar. La cosa está tan a la baja que estoy pensando seriamente meter este post como el primer capítulo de una novela que titularé "Gutierritos reloaded".

Así están las cosas. Además, como casi no lo veo, cuando llego a casa, mi marciano favorito me pregunta que si cómo me fue de viaje, pobre. La chica superpoderosa, más sagaz, me recibe con los pants del año pasado puestos, le quedan tan cortos que parecen shorts, nomás se ríe.

Viendo este sombrío panorama, amigos, busco entre mis galerías oníricas un remedio creativo a las circunstancias. Espero encontrarlo.

¿Qué hora es?

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