martes, junio 14, 2005

UN FIN DE SEMANA PARA CONTAR

Llegamos a las 2 de la mañana del viernes. El sábado temprano comenzó el viento, hubo ráfagas que levantaban las balsas inflables y doblaban las casas de campaña como si fueran de papel, pero Juan Carlos Chee, nuestro instructor y guía, no es un tipo improvisado, la enorme carpa desmontable que llevó, asida fuertemente con largas estacas de acero que forjó en su propio taller de herrería, parecía un enorme pulpo blanco luchando por no ser desprendido de la roca. En última instancia, la fuerza del viento fue un aliado que mantuvo alejados los nutridos enjambres de abejas acechantes que no esperaban mas que un descuido para posarse sobre el quicio de los botes de cerveza o refresco. Las trampas de agua con azúcar funcionaron a medias. Pero, bueno, ni el viento cambiante ni la terquedad de las abejas entorpecía el plan que nos llevó hasta esa playa inhóspita.
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___Unos veinte tanques de aire comprimido (no es oxígeno como mucha gente cree) y toda la parafernalia propia del buceo se encontraba al punto para la jornada submarina. Botas, trajes, guantes, chalecos, reguladores, arpones, snorkeles y refacciones descansaban con la panza al sol sobre un orgulloso espectacular de lona (de Pizza Hut) venido a menos.
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___Primero bajaron Juan Carlos, su esposa Ana y dos de sus hijos, todos con una experimentada bitácora de buceo en su haber. Ustedes saben, cada equipo individual es rompecabezas y su peso fluctúa entre los 30 y 40 kilogramos de peso, incluyendo el cinturón de plomo que sirve de lastre para garantizar la inmersión; ya dentro del agua, el peso prácticamente se nulifica y es necesario contar con la manguera de alimentación de aire del chaleco para equilibrar el nivel de flotación.
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___Estuvieron alrededor de una hora sumergidos alrededor del curioso cerro de “El Himalaya”, nombre que un gringo pionero le dio a ese singular paraje. El cerro tiene forma de tortuga o de hongo, según la perspectiva en que se vea, en la parte central hay un gran túnel que comunica las dos pequeñas ensenadas que se forman a los lados. El sitio es ideal para bucear ya que a poca distancia de la playa se alcanzan fácilmente los 20 y hasta 30 pies de profundidad, nivel donde existe mayor concentración de vida.
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___Horas más tarde, mi hermano Ramón y este tundeteclas iniciamos la segunda inmersión acompañados de Juan Carlos. Aunque la máscara que traía tenía una pequeña filtración de agua, me resultaba fácil desaguarla y mantener la claridad visual. No puede dejarse de contar: La diversidad de peces, estrellas de mar, plantas, almejas y otros bichos es abrumadora. El ecosistema, pese a la continua depredación de los pescadores ocasionales, sustenta formas de vida bellas y contradictorias. Gracias a la pericia de Juan Carlos pudimos tomar con las manos un pez globo, perseguir mantarrayas, recoger almejas y callos de hacha, y, lo más emocionante de todo, tener un encuentro inesperado con un caballito de mar, algo verdaderamente infrecuente en el Mar de Cortés. Jugamos un rato con él y luego lo depositamos en un sitio propicio.
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___También pudimos capturar vivo un pulpo. Juan Carlos lo molestó tanto (sin dañarlo) que lo obligó a salir de su cueva no sin antes haber disparado repetidas tandas de tinta en su afán escapatorio. Luego de tenerlo entre nuestras manos y sentir cómo sus tentáculos se adhieren tan tercamente a la piel fue colocado en su refugio natural, su mimetismo lo convierte en un mago del camuflaje. El domingo volvimos a la cita con las algas y las paredes rocosas llenas de flora y fauna acuáticas.
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___Por la tarde, la chica superpoderosa, cuya habilidad con el snorkel es manifiesta, celebró su graduación de la primaria con su primera incursión submarina. Según el instructor resultó una alumna sobresaliente. Yo estaba un poco nervioso al ver que pasaban los minutos y no salían a la superficie, finalmente apareció con una sonrisa de superheroína debajo de su máscara amarilla, gozosa de haber pasado la prueba.
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___Mis respetos para Juan Carlos Chee, un hombre dueño de una generosidad y una paciencia a toda prueba; su familia ha heredado esas virtudes.
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___Lo he dicho: No es fácil describir la emoción de enfrentar las leyes físicas y naturales, pero permanecer una hora debajo del agua, flotando y transportándote en medio de ese microparaíso, suspendido y en suspenso, es una emoción que imagino semejante a volar. Hay detalles que omito, como la velada sabatina envueltos en cuerdas de guitarra y bebidas disfrutables y las delicias culinarias que compartimos, sin embargo, lo fundamental está dicho ya.
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___Ten cuidado, no vayas a morirte sin pasar por la asombrosa experiencia de bucear.
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