lunes, marzo 01, 2004

.
EL CULTO A ÓSCAR

Bajo la maquillada guadaña de la censura, la 76 entrega de los Óscares estuvo bastante deslucida. Lo peor fue no tener más opción que TV Azteca y soportar a Mónica Garza y a su compañero de aventura, un conductor sacado de alguna gaveta de Salinas Pliego. El "traductor", que parece peinarse con una licuadora, no contento con hacer pedazos la secuencia verbal de los presentadores, balbuceaba con tal desparpajo que ni siquiera dejaba escuchar el audio original al que, a pesar del tartamudo ese y las idioteces inconexas de la Garza, podía sacarse mayor provecho.

Billy Crystal es ya un burócrata del evento y su sentido del humor hasta resulta predecible. El récord de trofeos para El señor de los anillos es alimento indispensable para un pueblo ansioso de récords, acostumbrado a récords pues, sabemos, en cosa de récords EU tiene el récord. La trilogía de Peter Jackson ha reanimado a "la industria" proclaman los comentaristas, y "la Academia" premia este hallazgo comercial, un rito supremo de la economía de mercado. Arte y comercio, comercio artístico, arte comercial, banderas de la nueva era. Thats all. (Aquí imaginen la carita exiliada del hobit estrella, mirando a ningún lado por tres horas seguidas).

El arte de la actuación es remplazado por el glamour. La frivolidad de la moda es viento de la época alborotando el pelo de las estrellas. Versace, Gabanna, Armani, millones de dólares en joyas, celebraciones inquietantes de un país en guerra. Una remembranza por la inicua guerra de Vietnam; alguna hebra lo relaciona con la de Irak, sí, que vuelvan nuestros soldados. No pasa nada, nadie dirá más de lo que los oídos moralistas de los estadounidenses jubilados no puedan escuchar, son sólo 5 segundos de retraso en la superproducción televisiva.

Hollywood rinde culto al dinero. Los actores al oropel. Los medios al estruendo. El público a sus nuevos dioses.

Me da dos para la función de las ocho veinte.

No hay comentarios.: