martes, enero 18, 2005

LOS TSURUS TAMBIÉN LLORAN

Es el síndrome postvacacional. El Tsuru comenzó a chillar como un vagón de Ferrocarriles Mexicanos cargado de indocumentados antes de arribar a la frontera con Arizona. No había escuchado llorar con ese sentimiento. De inmediato caigo en cuanta que son los frenos y que no hemos rebasado las 6:45 de la mañana. No tenía caso continuar. El chirrido que produce el cuerpo metálico de la balata contra el disco liso acerado de la rueda es insoportable y peligroso. Media vuelta hasta la sucursal de Bridgestone, el paraíso de los neumáticos. La explicación del mecánico es convincente pero no puedo reproducirla, excepto la parte que habla de números y formas de pago, una puñalada imprevista y tempranera. Pienso en el Titanic y avisto que esto no es nada. Pienso en la lesión de Ronaldo cuando jugaba en el Inter, nada que comparar. Pienso en el Tsunami y no puedo reprimir el espasmo de una autofragelación merecida.
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..... Estoy en esto cuando llega la noticia estentórea: tampoco funciona el cilindro maestro del sistema de frenos. Entonces viene a mi mente una combinación de Tierra Baldía de T.S. Elliot y los yerros amargos de Duilio Davino, defensa del equipo América. No puedo soportarlo. Bajo la cabeza en señal de duelo y sueño con tiempos mejores.

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