martes, enero 04, 2005

MIGUEL DE CERVANTES ESTÁ DE RISA

Me entero de que este año se cumplen 400 años de la primera edición de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. En España ya se preparan para festejarlo con todo y, supongo, en este lado del Atlántico también se tronarán cohetes, se descorcharán botellas y se harán las lecturas del caso.

Algunos críticos señalan que El Quijote de Cervantes es la primera y última gran novela escrita en lengua castellana, una sentencia abrumadora si no se descorre el velo del elogio que encierra la frase. No obstante, semejante afirmación no deja de tener sentido y se basa sin duda en la complejidad y extensión de la obra.

Densa en figuras retóricas, faraónica en número de personajes, diversa en lo estilístico, múltiple en focalizaciones y circunstancias y captora de una riquísima intertextualidad, la obra cumbre de Cervantes ha sido objeto de estudio y análisis desde que se publicó.

Muy pronto, la novela comenzó a probar la miel de la popularidad por una sencilla razón: fue escrita y concebida con un humor desbordante. Uno de los grandes méritos de Cervantes es su capacidad para recrear una prosa divertida con un tono en apariencia solemne que se sostiene a lo largo de toda la obra. La combinación fue explosiva en su tiempo y lo es actualmente pese a la dificultad que supone para el lector contemporáneo el desusado español de El Quijote.

Desde aquella fecha, comenzaron también las interpretaciones y juicios sobre el propósito y carácter de la obra. Algunos especulan que la intención de Miguel de Cervantes era exhibir con sus escritos la ideología del entre/siglo que le tocó vivir, una época que avizoraba la franca decadencia del imperio español, signada por el gobierno del polémico Felipe II. Otros señalan que El Quijote fue un manual de enseñanzas para el lector.

El Quijote juega quizá estos roles voluntaria o involuntariamente, el escritor suele ser un espejo de su tiempo. El propio Cervantes se encarga de dilucidar su apuesta literaria al clausurar la segunda parte de El Quijote con una confesión suya puesta en labios de Cide Hamete Benengeli, presunto autor original de la historia:

...yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería, que por las de mi verdadero Don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo, sin duda alguna.

Resulta evidente que Cervantes deseaba poner en entredicho la idiosincrasia caballeresca y sus gastados valores: el honor y la honra, el abolengo consanguíneo, la perspectiva machista sobre lo femenino, la discriminación racial y algunas expresiones poco refinadas de los instintos primitivos. Qué mejor manera de hacerlo que riéndose de la estrechez bucólica de sus paisanos.

Los entremeses

Pero si de humor se trata, nada tan magistral como los Entremeses cervantinos, género al que Cervantes no escatimó lo mejor de su prosa. Destaca la sutil orfebrería con que el autor elabora obras como El juez de los divorcios, El viejo celoso o El retablo de las maravillas, por citar algunos. En estas breves obras teatrales, Cervantes exhibe a carcajadas variados retratos psicológicos de sus contemporáneos y da a probar algunos de los risibles sabores de la ideología estúpida prevaleciente.

No es disparatado suponer la predilección de Cervantes por el entremés. Al hablar sobre el origen de El Quijote, el hispanista de hueso colorado Ramón Menéndez Pidal sostiene que el anónimo Entremés de los romances pudo haber inspirado algunas ideas en la obra mayor de Cervantes: “Nos presenta el Entremés a un pobre labrador, Bartolo, que de tanto leer en el Romancero, enloquece, como Don Quijote de leer los libros de caballería, y se empeña en imitar ridículamente a los caballeros de los romances”.

Pero el rollo se extiende como la humedad, hablemos después de sus Novelas ejemplares. Quien no ha leído a Cervantes tiene un buen pretexto para hacerlo.

(“¿Cuál pretexto, Humphrey? No quedó claro” –Cómo no…el aniversario del Quijote-).

1 comentario:

Roberto Iza Valdés dijo...
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