viernes, julio 22, 2005

A MIS SOLEDADES VENGO
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___¿De qué hablar cuando se esconden las palabras? ¿De mi amigo Carlos que se marchó del mundo harto de la enfermedad? ¿De una canción extranjera que no tiene traducción cabal? ¿De quienes anidaron mi corazón y luego lo condenaron una tarde de viernes como ésta? ¿De veredictos apócrifos que entusiasmaron mis enojos? ¿De estadísticas disimuladas? ¿De las grandes alegrías que he soñado por años? ¿De los telefonemas que solaparon la verdad? ¿De las noticias que la fortuna guarda para cada quien? ¿De las películas famosas y premiadas por jurados secretos? ¿De convictos e inocentes? ¿De los silencios? ¿De máscaras? ¿De ilusiones cultivadas en la red? ¿De preguntas?
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___Afuera la lluvia cae sobre los pavimentos cacarizos de mi país, sobre los cables de energía que gotean; se abundan las alcantarillas y despiertan las ranas perezosas. Cae una lluvia fina con el aliento de un rayo lejano que dice lo mismo de siempre, imitando nuestra letanía con un rumor de parque verde y de rutinas.
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___Hay testigos, no vayan a pensar que juro en vano. Hay testigos: Ese bote vacío de aluminio, el perro remojado que tramita su estancia bajo el puente, la silla esperando a la empleada, la intermitencia de la radio que lanza baladas chimuelas y noticias amputadas, la muerte sorpresiva de los faroles del bulevard, el jadeo de esa pareja que desea que el chubasco sea un fin del mundo placentero.
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___Pero, ¿qué pasa?, el eco nos devuelve la palabra; simula nuestros gruñidos y repite con nosotros nuestras inconveniencias; pero a destiempo, atrasado, como un naufragio en cámara lenta. Por evitable, terrible. Culpa menguada de ignorancia.
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___El problema es que hablamos, hablamos y hablamos sin medir las consecuencias, sin comprender que el eco es un guardián, un polizonte, un asesino a sueldo que marca límites y dicta atropellos sin inmutarse. Somos una imagen corroborable, un reflejo empañado de anhelos posibles. Somos el eco, un eco pendenciero de lo ajeno. Somos el otro, a fuerza de no ser uno mismo.
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___¿No les digo? La lluvia despierta a las ranas perezosas y somete a los lectores a nuevos pecados.
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4 comentarios:

fenririel dijo...

El eco es como el karma de lo que hemos dicho. Si hemos de hablar, que el eco sea benévolo. O mejor guardamos silencio

El problema es que nadie nos enseñó a guardar silencio. Sólo nos enseñaron a callar.

Saludos.

oscar dijo...

Hola Ignacio, ¿ podrías envíarme un correo con tu cuenta de correo ? quisiera ponerme en contacto contigo.

oscar dijo...

ah, claro: oscar@nectar.com.mx

Tristán dijo...

¿De qué hablar cuando se esconden las palabras? Yo acostumbro hablar, cuando se esconden, de lo que nunca he sido y que tampoco nunca seré. Chale.