lunes, julio 25, 2005

POR UNA TRADUCCIÓN SIN DOBLECES
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___La traducción es una injuria que se comete en nombre del universalismo; no existe traducción sin pecado original. Siempre hay que desconfiar de todas ellas, sin embargo, hay que tener en cuenta que quienes traducen textos para el doblaje de filmes enfrentan la necesidad de adaptar la traducción a la gesticulación de los actores para evitar un desafasamiento en la emisión de voz. Estos pecados tendrían una justificación aunque a veces se exagera y se cambia una cosa por otra (Por ejemplo, en Shrek muchos referentes cómicos tienen que ver con el imaginario de Otro rollo o de Eugenio Derbez, más que con el original). Otro caso: en el doblaje al español de El silencio de los inocentes se desdeña el tono provinciano de la protagonista que tiene un significado determinado en la película en inglés).
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___Por su parte, quienes traducen narrativa necesitan no únicamente conocer el idioma del que traducirán (o viceversa), sino también el imaginario del país o región del autor y de la historia. Sin desmerecer su novela La reina del sur, a Pérez Reverte, por ejemplo, se le nota que no conoce la jerga regionalista de Sinaloa, por decir algo, de forma que para un sinaloense resultan poco creíbles sus diálogos, aunque puedan ser aceptados por la mayoría de sus lectores.
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___Finalmente, quienes traducen poesía, uf, son exploradores en una tierra desconocida.
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___Un saludo a Coleccionista de huecos http://juliosalinas.blogspot.com, quien despertó este cotorreo sobre doblaje y traducción.
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4 comentarios:

Beatriz dijo...

Pues sí... traductor traidor.
Pero también "traedor" de cierto conocimiento que quizá nos sería inaccesible.
Eso sí, traidores o no, prefiero a los Simpsons mexicanos. Los españoles son insufribles y de los gringos no me río nada.
Pero carraspeando para ponerme seria: Nada como Pessoa sin traducción aunque se diluyan palabras en mi entendimiento.
Pero pasa eso: que de ruso no sé nda. De chino menos. Que hay que someterse al traductor pa' ver qué nos trae.

fenririel dijo...

En general, el trabajo del traductor se desvirtúa ante la simple creencia de que basta con saber el idioma para poder ofrecer una traducción medianamente aceptable. Pero, en efecto, hace falta estar imbuído en la cultura de donde se traduce para conseguir algo bastante bueno. A mí en lo particular me encantó la traducción de "El caballero inexistente" de Calvino, y la de "El señor de los anillos", que tampoco desmerece la obra.

En donde sí se las ven negras es para traducir a Kawabata o a Mishima, pues ya bastante problema es tener que traducir un idioma donde no existe la mitad de las formas gramaticales que conocemos, sin contar las múltiples interpretaciones de los kanjis.

Mi reconocimiento a los pocos traductores que saben que lo suyo es un arte, y no solo una chamba.

Lástima que de esos haya pocos.

¡Saludos!

Carlos Mal dijo...

Me fastidian los puristas. Me encanta traducir y perder gran parte de lo que traduzco. Es como transportar en un tazón enorme toda la sangre derramada por Cristo, pasar corriendo con el tazón bendito por enfrente de la casa de María de Nazareth y cuando ella me ve con zozobra y temor yo le cierro un ojo y le tiro un beso, salpicado de sangre, regándola por el piso, y llego a mi destino (cualquiera que este sea) con el tazón a la mitad, pero con unas manchas sensuales en mi rostro y el recuerdo de María para el recuerdo onánico de mis noches solitarias en altamar... Ahh...

Carlos Mal dijo...

Por supuesto, preparo una traducción versificada de La Ilíada!!! No se la pierdan... estará lista en 2015, más o menos!