viernes, febrero 07, 2003


BIENVENIDO JORGE AL TOBOGAN DEL LIMBO

No sin cierta pena me entero (ya a deshoras porque vengo de la vagancia) de que Jorge Ortega y otros incautos se alistan a la creciente legión de superantihéroes del TJBF.

Me da penita, digo, porque recién transcribí una expresión de un topo en la que se hace una referencia paródica (puta qué expresión) al libro de poemas de Ortega, Cuaderno Carne-sí, nacido al amparo de la factura 143 del Fondo Editorial Tierra Adentro. Yo, en todo caso, no suscribo la referencia que se pone en hocico del topo.

Lo que sí digo de ese libro, y tampoco quiero lastimar a esta pobre noche con el tema, es que la poesía de Ortega cumple con todos los requisitos de lo que los expertos en tipología poética postradicional han dado en llamar POESÍA NEOGONGORINA. Yo me considero apenas lego en tipología poética postradicional, por ello sólo me conformo con transcribir aquí algunos conceptos de Alfonso Reyes, explorador fecundo de profundidades tipológicas y conceptualizador de la corriente fundada por Luis de Góngora y Argote y de otras corrientes.

"Patrimonio es ya de todo público literario aquel sentir según el cual se caracteriza el gongorismo por un afectación y una artificialidad tan pasmosas que nada, a través de él, puede conservar siquiera su denominación corriente, sino que ésta cambia en perífrasis alambicada, donde los objetos desaparecen, al punto que apenas la exégesis del autor podría devolverlos a nuestro entendimiento.. estos son los signos y los procedimientos del gongorismo".

"Luis de Góngora seducía y conquistaba con el rumor inimitable y los vivos colores de su lenguaje (muy estropeado ciertamente por la marañada y casi rechinante sintaxis, muy cargado con el peso del mal helenismo de su época y las reminiscencias paganas)".

Escribía Góngora, nos explica Don Alfonso, para élites conocedoras y decifradoras de un lenguaje embozado, escondido en los sótanos de una metáfora distractora y hechiza, y dependiente de una construcción abusadora de sinónimos perdidos en el desuso cuyo objeto no era otro que esconder el sentido diáfano de la poesía y proponerla como idioma de iluminados.

-y, ¿cuál es la relación de Jorge Ortega con todo esto?-

-Bueno, ¿me permites poner un ejemplo para hacer un poco más claro el razonamiento?-

-Bueno, ponlo-

-Ahí va: voy a citar el poema titulado Uno de la serie Veraneo de la Soprano, del libro Cuaderno Carmesí, sólo como muestra:

"Siembra en la calma pasajera el ocio de sus manos, aves submarinas en órbita del canto.
Marcha soñolienta de arroyuelos es ahora redencion de su pelo, canotaje de luciérnagas en la osadía carbonizada del crepúsculo.
El aire puro es una cámara de ensayo donde la voz aprende a redimir sus atributos, estocando el clima de campiña con oriflamas de cortejo y romería.
Proyecta provincias exquisitas haciendo de su tono un papalote, excursión donde refresca el entusiasmo los sublimes escalenos de la astucia.
Apta de escoger en sus deslices anhelos de viandante, destiñe toda bruma con esgrima gutural de arrobamiento"
.

-¿Va quedando clara la idea, de no ser por el título Veraneo de la Soprano, resultaría prácticamente imposible siquiera ubicar el objeto de que trata ese texto poético?

Ahora veamos, en la oscuridad de su métafora, al referirse a la gallina, lo que nos dice don Luis en las Soledades (1612):

“Cual dellos las pendientes sumas graves
de negras baja, de crestadas aves,
cuyo lascivo esposo vigilante
doméstico es del Sol nuncio canoso
y -de coral barbado- no de oro
ciñe, sino de púrpura, turbante”.

Sobre el pasaje de este poema, doña Ana Suárez, otra tipóloga de agudo olfato señala: “El sencillo animal no aparece sino a través de las asociaciones con su esposo, el gallo, y de las evocaciones que permite su canto en el amanecer. De aquí extiende el poeta todo un abanico de sugerencias que impiden encontrar el elemento real. Por su parte, esta ‘ausencia de lo real’, llevó a otro tipólogo de cuanta cosa existe en el universo literario, Marcelino Menéndez y Pelayo, a definir las Soledades como “poema nihilista”.

-Oye H.B., ¿y qué nos quieres decir con este camión de materiales de construcción?-

-Nada, que la poesía de Jorge Ortega entra en lo que los expertos en tipología poética postradicional consideran Poesía neogongorina?-

-¿Y eso es malo?-

-No, si eres un individuo que toma sus tres comidas diarias, paga impuestos, hace ejercicio y no tiene el hábito del cigarro-

-¿Es todo?-

-No-

-¿Qué más?-

-Que el Fondo Editorial Tierra Adentro, además, utiliza reseñadores de esa misma corriente para resumir en las contraportadas el contenido de los libros en cuestión-

-¿Cómo así?-

-Si, voy a poner otro ejemplo, ¿me permites?-

-Bueno, con la condición de que seas breve-

-Ahí va: En la contraportada de Cuaderno Carmesí cohabita un textito de Tomás di Bella a quien parece no importarle mucho si lo que dice se entiende o no, en ello le asiste el derecho de libertad de expresión que le brinda la Constitución General de la República. Tomás se pregunta y se responde:

"¿Qué es la poesía (hoy)?. Cuaderno Carmesí de Jorge Ortega es una contundente y transparente respuesta. La poesía que el lector halla en esta obra no es la inmediatez efímera de la literatura basura, rezagada en un estúpido olvido, sino la orfebrería de la palabra decantada con paciencia, tiempo y aguante. Es la elación del espíritu que navega en la multiplicidad de imágenes, cuya enseñanza estriba principalmente en la honestidad de la mano poética ofrendada.

"Si la poesía de JO en Cuaderno Carmesí puede pecar de obsesiva, y en ciertos momentos hasta de perfeccionista, es porque su principal interés radica en la minería lingüística más que en la poética del yo como una oferta de aparador en la vanidad de la "piedra preciosa". La muestra de las habitaciones poéticas de JO se presenta llena de accesos, de ahí la luminosidad sobre la pátina de su lenguaje; y tras estas ventanas y puertas, ofrecidas sobriamente al lector, se encuentran toboganes de luz, "antorchas de ocurrencias", iluminaciones inusitadas, significancias varias y abanicos de sentimientos. Es pues una muestra del oficio poético en constante búsqueda, inquieto, lúdico, trascendente y perdurable".

(Ay wey, hasta me mareé con tanto adjetivo, pásenme un dramamine).

Para leer a cabalidad a Ortega yo propongo la utilización de un buen diccionario de sinónimos, si es impreso en España, mejor.

Para leer a Di Bella, simplemente el diccionario Larousse.

En ambos casos el estudio de la antología poética de Góngora puede ayudar a familiarizar al lector con la "perífrasis alambicada" de esa corriente (sin que eso quiera decir que yo garantizo un resultado exitoso de tales lecturas o que las lecturas posteriores de la obra de Ortega resulten pan comido).

-Oye, y ¿qué quieres decir con todo este enredo?-

-Nada, que simplemente que yo no comparto la opinión del topo, a que se refiere el post de ayer. A mí los libros no me aburren.-

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