viernes, febrero 21, 2003


SINSABORES DEL MATRIMONIO

La primera esposa pensaba que el tipo era un bueno para nada, incluso lo decía con frecuencia. También se lo decía al tipo. Éste se convenció de que efectivamente lo era. Se convenció de tal manera y asumió con optimismo aquella condición que se propuso ser el mejor. Sí, el mejor bueno para nada de todos cuantos existen. Viendo la terquedad con que el tipo asumía aquel propósito, la primera esposa lo abandonó. Lo abandonó cuando estaba a punto de conseguir ser el mejor bueno para nada.

No pregunten por qué ni cómo: el tipo volvió a casarse. La segunda esposa, una mujer buena e inteligente (como la inmensa mayoría de las mujeres buenas e inteligentes), al principio se vio sorprendida por las intenciones del marido de convertirse en el más completo bueno para nada de todos cuantos existen, y viendo lo próximo que se encontraba de lograrlo, comenzó a sabotear la empresa. Al principio lo hizo de forma cautelosa y hasta clandestina, luego, sintiéndose confiada de tener éxito, actuando abierta y deliberadamente para alejarlo del camino de superación trazado por el tipo.

Al poco tiempo, la segunda esposa logró su objetivo. El tipo se convenció de que no tenía madera para ser el mejor bueno para nada y poco a poco fue dejando de lado su objetivo. Enfrentado al hecho de su fracaso, decidió divorciarse.

Contrajo nupcias por tercera vez. Ahora sí pueden preguntar por qué y cómo. ¿Ya preguntaron?. Tampoco hay respuesta.

El tipo se encontraba otra vez metido en la más absoluta mediocridad, casi en el mismo nivel de cuando comenzó con la primera esposa. A la primera oportunidad, sacó fuerzas de algún lado y retomó la tarea original: ser el mejor bueno para nada. Trabajó con ahínco y a la vuelta de unos años se encontró nuevamente a punto de conseguirlo. No se trataba de cualquier cosa, no deseaba ser el "mejor" en "algo". Deseaba ser el mejor en ese oficio, arduo y demandante. Aquella meta muchos se la propusieron antes y otros tantos seguramente lo harán en el futuro pues. Lograrlo es propio de un esfuerzo sobrehumano, casi epopéyico.

Pues bien, la tercera esposa lo disuadió del proyecto. Estando a punto de romper su propia marca anterior, el tipo volvió a su promedio mediocre y finalmente, desilusionado por tan frustrantes experiencias decidió quitarse la vida. Dejó una nota póstuma que decía: "No tengo fuerzas ya para intentar nuevamente ser el mejor bueno para nada. Intentaría ser el mejor mediocre de todos, pero ni siquiera eso lo permitirá mi mujer".

Luego de su muerte, el azar reunió a las tres mujeres. Como un embudo predestinado, la charla resbaló hasta el tema que bullía en el preconciente del trío: la obstinación de el tipo de convertirse en el mejor bueno para nada.
Luego de sincerarse, la primera dijo "Hubiera podido lograrlo y yo lo evité, ahora me arrepiento".

La segunda asintió: "Lo disuadí de su propósito porque estaba convencida de que jamás lo lograría, no me arrepiento".

La tercera esposa: "Sabía que estaba a punto de lograrlo pero, la verdad, temía que le retiraran la beca del programa nacional de creadores".

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