sábado, febrero 08, 2003


LAS SINFÓNICAS DEL NOROESTE TIENEN FECHA DE CADUCIDAD

Se presentó ayer el "tenor del siglo" Fernando de la Mora (no aclaran de qué siglo) en Beautyfulville, acompañado de la Orquesta Juvenil Sinfónica del Estado de Sonora. El concierto incluyó tres arias de ópera, un par de canciones napolitanas, dos canciones latinoamericanas y unas seis u ocho canciones mexicanas. De la Mora se dejó querer por un público generoso pero poco domesticado que entraba haciendo un desmadre a media función y cuyos celulares parecían querer armar una llamada colectiva a la mera hora de la cantada. Lo malo: que Fernando usó micrófono cuando lo que se espera de un tenor con la cauda propagandística que le persigue es que cante así en directo y que llene el teatro con su megafónica voz.

Es cierto que la acústica del Auditorio Cívico es malísima, pero en descargo de esta anomalía hay que considerar que los que construyeron el teatro son parientes cercanos del público que llegaba a media función haciendo más ruido que las hordas de Gengis Kahn en noches de luna llena y con los celulares emitiendo graciosas cancioncitas. Todo es un asunto cultural y social.

No quiero hablar mal de mis paisanos: la orquesta hizo lo que pudo, con todo y que vinieron 10 "maestros" instrumentistas del DF para "ayudar" a la orquesta en gestación (ya va para 10 años en gestación y, bueno, lo de orquesta "juvenil", es un decir). Inmediatamente me vino a la mente la dramática situación económica por la que ha pasado la Orquesta Sinfónica de Baja California, que en varias ocasiones ha estado a punto de desaparecer, a pesar de contar con destacadísimos músicos extranjeros (y también nacionales), provenientes de regiones tan lejanas como el caúcaso y otros meridianos paralelos que no se ven desde aquí. (¿De dónde sacaste que los meridianos son paralelos?, -del baúl de metáforas que he ido aprendiendo de los poetas, idiota-).

Situación semejante llevó a la otrora famosa Orquesta Sinfónica del Noroeste, de Sonora, a desaparecer como un fantasma entre el desprecio gubernamental y la abulia de una oligarquía agroganadera que considera al arte como actividad para entretener al tedio y al artista como un adorno posible aunque no indispensable.

La Orquesta Filarmónica de Chihuahua quizá sea la excepción pues cuenta con mejor estructura y un apoyo más decidido del patronato y del gobierno estatal. Los sueldos de los músicos (incluyendo a talentosos extranjeros) aunque modestos, son ejemplo de lo que puede hacerse en cualquier lado.

Mediatizada por una programación radial plagada de mermelada importada, chabacanos románticos nacionales, corridos promotores de cárteles en peligro de extensión, y hits parades signados por los proyectos masivos de TV Azteca y Televisa, la población prefiere bailar al compás que le toquen y esa circunstancia, preocupante por el bucolismo que contagia en todos los estratos sociales, pareciera no tener horizonte a la vista.

Como ya estoy empezando a agarrar un tonito como de cronista de Cuévano, mejor les contaré que después del concierto fuimos invitados, gracias a unas amistades que la socia y yo apreciamos tanto o más que a los frijoles con chorizo, a una recepción que le prepararon al tenor del siglo. Total que ahí vengo a enterarme que De la Mora es pariente cercano de ese público que entró a media función haciendo desmadre y con los celulares llamando con más insistencia que el del alcalde Giulliani después de que se cayeron las Torres Gemelas.

De la Mora resultó un cuate bien sencillo, su esposa es una señora francesa preciosa que se tropezó con un do de pecho de Fernando en una presentación en Montpellier (eso entendí yo) y que por cierto habla un español casi perfecto, al menos un español mucho mejor que algunos de los que escribimos en el TJBF.

Amén de una cena exquisita compuesta de carnes finas asadas y otros platillos regionales sofisticados como quesadillas, frijoles refritos y coyotas, lo que alegró definitivamente la velada fueron dos cajas de Casillero del Diablo que nos hizo hablar y reir a todos en tono más escandaloso que el público que entró al tatro como horda medieval con celulares que celebraban una orgía inalámbrica.

Lo peor de esa noche es que, ya animado por el espirituoso tinto, vine a este monitor a probar que el teclado se va a descomponer antes de que se agote la garantía que trae la factura de la PC. Así las cosas, me dormí como a las 4 de la mañana y todo el santo día anduve como si fuese yo uno de los chinos fugitivos que pudieron huir de las invasiones gengiskanescas en 1216.

En este momento, cerca de la una de la mañana, presiento que no podré concluir siquiera este post, pero, a ver, si hago un pequeño esfuerzo sobrehumano, sí, así, creo que lo lograré, ¡sí, lo logre!

(Te pasaste de símplón. -Bueno, lo que yo quería decir es que las orquestas del noroeste tienen fecha de caducidad y el tinto Casillero del Diablo no, eso era todo-).

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