viernes, febrero 14, 2003

PERDÓN, ¿HABLABAN DE OCTAVIO PAZ?

Espero que la humanidad me perdone por lo que voy a decir a continuación. Temo que el agravio que producirán mis palabras me proscriba de la vida literaria y social de los países de habla hispana (incluyendo a Tijuana), y que incluso mi familia se vea en dificultades para conseguir un pedazo de tierra en el panteón el día que yo sea llamado a mejor vida.

Seguramente el sistema cultural de mi patria busque hacer un lado mis juicios e ignore la trascendencia de lo que voy a decir, pero prefiero correr ese riesgo que seguir fingiendo demencia frente a algo que cada día es más obvio. Prefiero que se arruine mi "futuro" como escribidor, a seguir desperdiciando mi tiempo en ser comparsa de opiniones prevalecientes y mitos colosales. (Al grano, HB, porque la estás haciendo muy cardiaca).

Damas y caballeros, ilusos lectores míos, OCTAVIO PAZ NO FUE UN POETA.

Y me apena que se gaste tanta tinta, blogs y discursos hablados en alabar o vituperar, en su caso, la obra de un individuo cuyo único mérito fue haber llenado el vacío intelectual de una época de declive cultural, político y moral, de cuyos efectos aún no nos reponemos, pero cuyas consecuencias están a la vista de quien quiera ver.

Si bien en su juventud Paz intentó fehacientemente convertirse en poeta, y aquellos esfuerzos podrían ser rescatables quizá, lo cierto es que desde su viaje a España en 1937 prefirió acomodarse en el aparatoso ferrocarril de la modernidad, cuyos rechinidos amén de grotescos eran escandalosamente llamativos. Independientemente de los pleitos de familia que se ventilaban entre los intelectuales europeos de izquerda, donde Paz se acogió por voluntad propia, los vagones de las tendencias vanguardistas de esa época, eran parte del mismo ferrocarril.

Por su parte, Paz, no contento con el papel de encantador de ingenuidades que siempre cultivó, engatuzando a políticos ignorantes y a periodistas analfabetos, se ostentaba como un intelectual-político cuyos bandazos monumentales pueden ruborizar hasta a los Amigos de Fox o a Cabal Peniche.

La participación política de Paz, su relación de amor y odio con el sistema, y especialmente la desfachatez que lucía frente a las cámaras televisivas y los grupos de poder en las últimas décadas de su vida, es un tema tan trasparente que yo prefiero dejarlo de lado para ahorrar obviedades.

No conozco completa lo que denominan muchos escritores complacientes la "obra poética" de Octavio Paz. Y no necesito, ni vayan a insistir, antes prefiero aprenderme de memoria todas las jugadas de los campeonatos mundiales de ajedrez desde la coronación de Botvinik hasta la renuncia de Boby Fisher. La conozco suficiente como para repetir que Paz NO ERA POETA. Paz fue un escribidor de algunos versos bien elaborados y hasta de sonetos destacables, pero en su abrumadora mayoría, Paz fue un devoto santón de la secta libreversificadora. El y otros cimentaron esa Torre de Babel que albergó (y alberga) a tanta gente inocente y crédula, así como a tantos otros fanfarrones mañosos que cobraban (y cobran) en alguna dependencia pública o privada por regodearse en ese excremento histórico. (HB, te acepto todo lo que estás diciendo, pero eso de las jugadas de ajedrez no es cualquier cosa, mejor dí que te vas a aprender Piedra de Sol. -¿Qué?, ¿Dudas del poder de las pastillas de Ginkgo Biloba?).

Además, en abono suyo, diré que Octavio Paz intentó ser un ensayista notable aunque sólo haya conseguido ser un ensayista influyente, que no es lo mismo. Desafortunadamente jamás pudo deshacerse de la diletancia romántica que lo persiguió toda su vida como una sombra pegajosa y que caraceteriza a todos sus juicios. Resulta imposible soslayar la actitud apolínea permanente que transpiran sus escritos sobre historia, sobre estética y sobre la vida política de México. Esa visión espectadora e impotentemente crítica que despiden sus letras.

Para mí, lo más odioso de Paz era su egocéntrica tendencia a parapetarse al lado de poetas como Percy B. Shelley y declararse, junto con esos grandes, como adalid En Defensa de la Poesía. Eh?, menudo anzuelo para atrapar incautos. Sutil fragancia para llevar corderos iletrados al paraíso infértil de su redil. Tal actitud me parece más abominable y perniciosa que citar a Blake enmedio de una genuflexión.

Sólo la ignorancia desaforada y la ambición de poder o prestigio de la intelectualidad mexicana de la segunda mitad del siglo XX explica la condescendencia hacia la obra de Paz. Sólo el desapego a normas clásicas de estética y el desdén al conocimiento científico en materia de "humanidades" que prevalece en todo occidente, puede aceptar otorgar credibilidad al multicitado "Premio Nobel de Literatura" y a los muchos charlatanes que se han visto favorecidos por éste. La fraudulencia de este reconocimiento quizá sólo sea superada por el Nóbel que se otorga a los economistas.

Cuando murió O. Paz yo escribí algo que se publicó en un periódico fronterizo de tiraje respetable (el tiraje al menos era respetable). Nadie quiso leerlo y quienes lo leyeron prefirieron ignorarlo. Ese texto, un tanto iluso, acusaba a Paz de ser "el poeta de Televisa", y cuestionaba la desazón de la oxidada vida intelectual mexicana que lloraba la muerte de Paz como si hubiera muerto Tláloc. En aquel momento no pude sentir mas que lástima por esas lágrimas de escaparate que vertían desde el presidente de la República hasta mi maestra de español de la secundaria. Luego todo mundo, me acuerdo de Soledad Loaeza, por ejemplo, andaba enseñando sus lágrimas aquí y allá para tratar de captar una milésima de los reflectores del momento. (Contra los reflectores no tengo nada, pero sí me molesta el trato que se les da a las lágrimas).

Por fortuna, como he dicho antes ya, uno de los principales efectos que ha producido el arribo de la charlatanería a los terrenos de la poesía y la poética, es que ha alejado al ciudadano común de la afición poética. Sólo algunos círculos de la pequeña burguesía -clase media-, entre los que destacan los universitarios (y no todos), desde luego los periodistas de La Jornada y otros diarios nacionales, algunos payasos enmascarados que juegan a las guerritas, y otras subespecies circunvecinas, han presentado formas sintomatológicas diversas de la enfermedad. Por fortuna, lo que denominamos "pueblo" a la hora de las elecciones, ni siquiera se ha enterado de que murió un "príncipe de Mixcoac". (Es más, la inmensa mayoría ni siquiera sabe dónde está Mixcoac). Es más, me atrevo a pensar que tiene mejores posibilidades de aprender poesía ese lego que piensa que el "Banderita, banderita...", o las estrofas del Himno Nacional, contienen mayor esencia poética, que todos nosotros que nos hemos visto arrastrados por ese mainstream tercermundista.

Desde este punto de vista, algunos ensayos reciente sobre Paz que están al alcance del internet, más allá de repetir los cansados halagos y repasar las glorias del "bardo" (burdo sería mejor), no abandonan la premisa fundamental del vacío intelectual mexicano y escurren por su propia naturaleza un lugar común muy desgastado. No pierdan tiempo en esa tarea, quizá reciban unas monedas por esos textos políticamente correctos, pero viéndolo fríamente carecen de trascendencia aunque con buena fortuna quizá se publiquen sin pena ni gloria en alguna revista de moda. (Oye, las revistas de modas son muy solicitadas. -Me refiero a las literarias, idiota-).

Por eso digo que Octavio Paz no contaminó ni corrompió a la poesía mexicana. La de Sor Juana, ahí está, intacta, con el lustre que dan los siglos, esperando que alguien rescate de entre sus versos la lucidez e inteligencia que exige la noble tarea del poeta. Octavio paz no pudo corromper a la poesía mexicana simplente porque NO ES POETA.

(Humphrey: lo único que estás logrando con estos posts obesos que estás haciendo últimamente es que pierdas a los pocos lectores que tenías. -¿Tú crees?, ya estaría de Dios-).

¿Qué hora es?

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