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LOS ENCUENTROS LITERARIOS SON ENCUENTROS DEL TERCER TIPO
Hace rato llegué de dejar a mi marciano favorita y a la chica superpoderosa en el centro de adiestramiento de superhéroes. Cae un aguacero inesperado y apenas voy sobre la segunda taza de café. Por la lluvia la tortillería permanece cerrada, lo que significa un doliente adiós a los chilaquiles, otra vez será. Para colmo, apareció el rentero con quien tuve una discusión no exactamente sobre literatura.
Dos temas me llaman la atención en el blogosferio norte: la discusión sobre las cuestión de bloguear (Yépez, Piombino, Priego) y cierta escaramuza de opiniones sobre los encuentros literarios (Salinas, el charquito, Rafadro, Bruno).
Primero sobre los lit-encounters. Los hay de diversos calibres. Vienen envueltos para regalo o en versión popular (sin moño), puedes encontrártelos tirados o parapetados en foros costosos, amistosos o buscapleitos, emergentes o jubilados; salpicados de funcionarios, de disidentes, experimentales, conservadores u oficialistas; los hay oficiosos o divergentes, fresas o prendidos, insolentes o formales; gratuitos, con boleto pagado o por cooperación. Pasados por alcohol o aburridamente sobrios. Los hay de todos.
Los encuentros literarios pueden conjurarse al llamado de una lectura poética, una charla sesuda, la presentación de libro, una plática informal, un "in memoriam", la entrega de un premio, etc. Estas reuniones suelen adquirir un rictus solemne al amparo de la palabra "antología", cualquiera que sea su signo. En las altas esferas de la República de las Letras los encuentros literarios son generalmente velados pleitos de comadre en pos de regalías, aunque claro, en los eventos "oficiales", donde la cuenta corre a cargo del sexenio, príncipes y mendigos guardan la compostura. Hasta los sepelios suelen ser pretexto de encuentros literarios. Mientras que los familiares del escritor fallecido “no encuentran palabras”, a los cuates de las letras las palabras les sobran pues ahí andan rondando los periodistas. (Por cierto, de buena fuente sé que entre los informadores no hay chayote más sabroso que aquel que proviene de las publicaciones culturales oficiosas, revistas que se nutren del calculador respaldo de paraestatales, empresas respetables y familias bien nacidas).
Difiero con quienes sostienen que los encuentros literarios son una pérdida de tiempo. Mi punto de vista es que hay que tener la mente abierta especialmente en el asunto de conocer a seres vivos (incluyo humanos y dos que tres vacas sagradas) relacionados con el ejercicio escritural: poetas, escritores, maestros, críticos, periodistas, investigadores, moneros, grafiteros, etcétera. Uno puede reirse, polemizar, proponer, leer, escuchar, intercambiar ideas en estos encuentros (nunca he visto que alguien salga de pleito en estas reuniones aunque, claro, no he estado en Chihuahua); uno puede suponer también que los participantes sean buenos, malos o regulares, bandidos o arcángeles, pero al fin y al cabo terminan siendo igual que uno, raza malilla que busca en las letras un sentido estético o, aventuro sin apostar, un significado de la vida, o, salir del anonimato, esa tendencia a eludir el sentimiento de fracaso (que a mí me embarga a eso de las 4:45 p.m.). Nada más. No se procura la fórmula de la fusión nuclear ni el secreto último del universo. Pienso que si a alguien no le llama la atención conocer gente que escribe o lee, hay que respetarlo por igual.
Sin caer en un jolgorio de relaciones públicas, gracias a los encuentros, me ha tocado conocer escritores que estimo y admiro, algunos vinculados con el cuete del blog, otros no. Por ejemplo: en el Coloquio Internacional de Literatura que organizó la Unison en noviembre conocí a los blogueros juarenses Dolores Dorantes, JM Portillo y Arturo Ramírez Lara, a quienes leo de cajón. También conocí a Nacho Betancourt y a investigadores como Nelson Osorio y Augusto Escobar.
En ese recinto literario por excelencia, el Turístico de Tijuana, conocí a blogueros como Rafadro, Tambor, Paty B., Nanilkah, Mauro, Julio M, Karinuska, Rod Navarro, Mónica Arreola, y a otros que ya no escriben en sus blogs. Por otras razones, conozco a Vladeblog, Jorge F. Camacho y a Séptimo Sentido.
Debo decir que mi relación con la blogósfera comenzó luego de que presenté en Hermosillo el libro Luna Creciente de H. Yépez; gracias a su insistencia tengo este blog. Entre las cosas que comparto con él destaca una visita al Zaca de Tj, otro sitio ideal para encuentros literarios a no ser por la escasa iluminación del lugar.
Amén de algunos locales, otros escritores interesantes que he conocido en presentaciones de libros o en cursos literarios (otra forma de encuentro) son: Mario Bellatin, los miembros del circo aTaibo, Memo Sampeiro, el jalisciense César López Cuadras y el sinaloense Francisco Alcaraz. Agrego que la lista de los que desearía conocer es más amplia que toda la anterior.
Total, a los encuentros literarios voy por sistema. Lo peor que puede pasar es que no encuentre ahí mis bebidas favoritas.
Una pregunta: ¿Quién es el tercer tipo?
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