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TRANSDIARIO
Le dicen Ñoña, se llama Celedonia y es mi concuña. Esa mañana me levanto temprano y salgo a orinar al patio, el baño está como siempre, ocupado. El patio de mi suegro tiene un césped verde y tupido. El húmedo calor es ya agobiante en esa hora de la mañana. Mi suegro nace güero en EU pero parece un tarahumara de ojos verdes. Ahora tiene 68 años y no se imagina que a los 74 va a perder su ojo izquierdo a causa de un doloroso tumor y menos aún que morirá a los 82 plenamente lúcido. Al morir, su único ojo es de un azul grisáceo y, pese a su tuertez, despierta un misterioso sentido del humor cuando habla.
Ñoña llega mientras desayunamos huevos con chorizo. “Hubo un terremoto en México”. ¿Terremoto?, dirán un temblorcito, cada rato los hay, pienso mientras finiquito el duelo con la taza de café negro. Terminan nuestras vacaciones y preparamos maletas para regresar. Salgo confiado, enciendo un Camel sin filtro y me dirijo al downtown a comprar una maleta. A las 11 veo una tv Panasonic de 21 pulgadas que ofrecen a 159.99. Dentro de la tele hay un noticiero de Yuma, Arizona. “Un terremoto de 8.1 grados en la escala Richter ha devastado a la Ciudad de México, se estima que hay cientros de muertos”. A estas horas, mis cuñados y mi suegro están pizcando limones en el valle, llevan termos de café y tacos de machaca, y no saben de mayor terremoto que el de la migración. Regreso a casa con la maleta nueva. Es negra como el café negro. También compro unos blocks de hojas amarillas que están a 10 por dos dólares. No traigo suficiente para comprar también la Panasonic. Cuando escucho la noticia del terremoto inconcientemente toco la bolsa de mi camisa de manga corta. Ahí traigo los boletos del vuelo de regreso. Tienen fecha de 20 de septiembre.
Ñoña es una mujer morena tan simpática que cuando da malas noticias sonríe como si estuviera contando un chiste. Nace en Nayarit, cerca de la costa. La quiero suficiente. Ella no imagina que la noticia va a cambiar el curso de mi vida.
Es el 19 de septiembre de 1985. Hace unas horas han muerto miles de personas cerca del departamento donde vivo, donde ya no volveré a vivir.
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