miércoles, enero 21, 2004

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EL MÁS ALLÁ

Estoy consternado viendo las fotografías del Telescopio Espacial Hubble publicadas por National Geographic en diciembre. El cosmos revelado con una claridad inédita, distancias que apenas podemos imaginar; galaxias de las que desconocemos todo, mundos inalcanzables que el telescopio de la NASA nos presenta a todo color para subrayar nuestra ignorancia infinita. Me entero de que en marzo de 2002 se instaló una nueva cámara en el satélite donde vive el Hubble, el telescopio más audaz que ha construido la especie humana. (Nadie me había informado y menos pedido opinión, a mí que pertenezco a la misma especie -hasta ahora-).

Bueno, el satélite paparazzi (también anda espiando estrellas) orbita (conjugación de un nuevo verbo: orbitar... yo orbito, tu orbitas... ) la tierra cada 97 minutos, o sea que, mientras tu ves digamos El señor de los anillos, el mirador éste ya dio dos vueltas al planeta.

Uno transita estressadamente por los pasillos de las rutinas, ajeno por completo a los avatares de la ciencia, y generalmente no se percata de los pequeños-grandes dramas que viven los investigadores y sabios del nuevo milenio. Veamos.

En marzo de 2002, una misión tripulada de la NASA salió de la atmósfera a realizar una misión de servicio al telescopio espacial Hubble. Era la cuarta reparación que se hacía, esta vez con el fin de cambiar unas "partes" que los diseñadores originales no previeron que tendrían que reemplazarse. Para lograrlo, hubieron de realizarse múltiples caminatas espaciales y, lo más riesgoso, apagar completamente el satélite para realizar los cambios. Esta situación puso los nervios de punta a todo el personal que desde la Tierra coordinaba la misión, el satélite opera con una computadora que tiene 12 años operando sin detenerse y existía el temor de que no volviera a encender. Los astronautas debían realizar la tarea antes de que la temperatura del satélite descendiera al punto de dañar su funcionamiento.

Cuando terminó la misión, el telescopio contaba con un nuevo sistema de enfiramiento para la cámara de infrarrojo cercano, utilizable para inspeccionar áreas del espacio frías y con polvo, pero, lo más importante, fue la instalación de la Cámara Avanzada para Sondeos (ACS), cuya capacidad supera en 10 veces a la previa inmediata (yo le voy a pedir una de estas al Santoclós).

La tragedia. Esta fue la última misión del transbordador espacial Columbia. En febrero de 2003 se hizo añicos al estallar en el aire poco después del despegue (se acuerdan?). El proyecto de instalar un espectógrafo y una nueva cámara de campo amplio se vería retrasado por el accidente.

El problema de los números

De conocer los descubrimientos del Hubble, Leewenock y Eastman estarían sorprendidos del alcance de sus aportaciones. Entremos en el complejo mundo de la relatividad. El Hubble se orientó por noventa horas en una misma dirección durante un año (chequen la dificultad de enfoque), a fin de captar imágenes de los confines del universo (por llamarlos de algún modo). Cabe subrayar que esta tarea no puede realizarse desde punto alguno de la Tierra por razones obvias. Bien, el Hubble reveló una multitud de galaxias apenas visibles a más de 12 mil millones de años luz de distancia, lo que nos remonta a la época del Big Bang en el que se supone se creó el Universo. Este sondeo captó galaxias mucho más cercanas a nosotros en el espacio y el tiempo, incluidas dos que podrían fusionarse.

Bien, en este punto del choque de galaxias (que ocurre evidentemente, como ocurren los choques automovilísticos) encontramos elementos verdaderamente sorprendentes. Por ejemplo, la Galaxia del Sombrero, de la que el Hubble nos proporciona una bellísima imagen, tiene una dimensión "de largo" de 50 mil años luz y su brillantez es equivalente a 400 mil millones de soles (oops). Así, pues, un choque entre dos galaxias que llevan una eternidad acercándose una a otra, se tardaría un tiempo equivalente a 100 mil millones de años luz en fusionarse o, mejor dicho, evolucionar a un nuevo estadío (para de aquí a que llegue el ajustador a verificar los daños, imagínense).

Fenómenos como el nacimiento de estrellas, la conformación de nuevas galaxias, los chocadores cósmicos y los mares estelares, son apenas temas novedosos en la agenda de los astrónomos.

Los filósofos habrán de mirarse unos a otros sorprendidos de la magnificencia de la Creación y contemplarán sin duda el escaso alcance de sus indagaciones metafísicas, o bien, buscarán en el océano infinito del Universo, elementos suficientes como para suponer que somos el Universo aprendiendo a comprender su propia existencia.

Los escritores dirán acaso que no hay nada nuevo bajo el sol, y que seremos nosotros los seres destinados a indagar la existencia de lo imposible en el Universo. Seremos nosotros, quizá, los "marcianos" (Bush incluido) que ansían conquistar el infinito, prevenidos de que más allá de nuestra vilipendiada atmósfera no existe ni un rastro de vida pensante.

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