domingo, enero 11, 2004

¿QUIÉN DIJO QUE DI STÉFANO ERA BUEN CANTANTE?
TEODORO ADORNO, BOLERO DE ROCKEFELLER


Giusseppe Di'Stefano se hizo famoso como tenor más por su capacidad histriónica que por sus habilidades vocales. Fue un astro en los 60s que iluminó los teatros operísticos importantes de América y Europa al lado de ese fraude vocal que atiende al nombre de María Callas. El caso es que en esa éoca el gusto musical sufría ya de daño cerebral.

Dejo pendiente las explicaciones técnicas de este asunto y entro en el lodazal de la ideología.

Para fines de los años 50s, el entretenimiento se había perfilado ya como política de estado (de EU y GB) para aniquilar el concepto de goce estético (Que quééé). Para entendernos, vamos a resumir: Consideremos que Entretenimiento=pasividad y Arte=ejercicio personal de interpretación (¿Ah, verdad?, tampoco entendieron). Bueno, pues, Europa era una cabaña humeante despué del incendio de la Segunda Guerra Mundial, y los EU, el guardian del futuro, un Terminator potencial, lo que ya es ahora.

Antes del siglo XX, la diferencia entre arte y entretenimiento era más evidente que en la actualidad. Si bien el arte podía resultar "entretenido", la experiencia del individuo tendía a ser activa, no pasiva. En esos tiempos, para empezar, el individuo tenía que tomar la decisión conciente de asistir a un concierto o a una exhibición pictórica. No había opción de televisión o radio a la mano; una minúscula fracción de la población tenía la oportunidad de ver una obra de Shakespeare o escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven una o dos veces en toda su vida (hoy en día no aprovechamos esa oportunidad nunca. Bueno, debo decir que yo sí).

Quienes gozaban de esa oportunidad tenían que recurrir en cada ocasión a toda su capacidad de concentración y a todo su conocimiento de la materia (No había oportunidad de decir, por ejemplo, "cuando salga la trilogia de El señor de los anillos, voy a comprarla en DVD"). Eran tiempos en que no era tan extraño que se memorizaran poemas o piezas de teatro completas entre las familias letradas (los riquillos y clase media ilustrados, pues; ahora esos riquillos ilustrados son new age o otras variedades de alienación, incluyendo los deportes extermos). Además, la memoria es hoy un museo en formación. En Europa y aún en los EU eso era muy frecuente. Era la época anterior a la "apreciación musical". Se estudiaba música para ejecutarla, no para "apreciarla".

El invento de la radio, el cine y la grabación, ofrecieron la posibilidad de llevar las grandes obras de arte a millones de seres humanos que de otro modo no tendrían acceso a ellos. Por otro lado, el hecho de que la experiencia pudiera repetirse infinitamente (radio o grabación) tendería desconectar la mente y quitarle lo "sagrado", -lo único- a dicha experiencia y, por lo mismo, a aumentar la alienación-pasividad, pues -.

Para Theodoro Adorno, creador fracasado que agarró chamba como crítico-musicólgo en la Escuela de Francfort (es decir, un Octavio Paz de primer mundo), esta pasividad era un proceso "de desmistificación" (uy). Dicha pasividad, según su hipótesis de 1938 (les doy el año para no meter una cita), puede fragmentar la composición musical en sus partes "entretenidas", que serían "fetichizadas" a fuerza de repetirlas en la memoria del oyente. Las partes "difíciles", pronto se olvidarían (¿dice algo esta fragmentarización de la conciencia?).

Esta concepción fue absorbida cual viles Bob Esponja por las compañías disqueras encabezadas por la EMI (british, por cierto) y explica en parte la estupidización de las masas angloamericanas que repiten el estribillo de alguna canción como letanía religiosa. Acá repetimos pedacitos de Maná o de Elefante; ponemos el rotro desconfigurado y entonamos: "Así es la vida, de caprichosa..."

Bajo este principio, basado en el atraso conceptual inducido (por la Escuela de Frankfort, por el imperialismo y por tu mamá también, con todo respeto) y el condicionamiento ocasionado por el acto de escuchar repetitivamente pendejadas, fácilmente se pudo condicionar al individuo, mediante una cuidadosa programación de los medios. La preferencia manipulada del escucha-vidente, los Hit parade, los manipuleos banales (La academia, Big Brother) y otras lindezas por el estilo van conformando la "cultura" de las masas. Gracias, Theodoro.

En germen, este rollo estaba ya en ciertas teorías para controlar a la sociedad que se desarrollaron con enorme potencial (Un mundo feliz, de Huxley, otro héroe). Probablemente fue el trabajo de la Escuela de Francfort relativo a los medios de difusión la razón principal del apoyo que brindaron ciertos círculos astutos de la casta gobernante estadounidense a esa institución consolidada bajo el nombre de Instituto de Investigaciones Sociales, luego de que la escuelita se mudó de Francfort, Alemania a los EU, en 1934.

En 1937, la Fundación Rockefeller (¡bolas!) empezó a financiar investigaciones sobre los efectos sociales de los nuevos medios de difusión (la radio primero y luego la tele, y luego etc.). Antes de la Primera Guerra Mundial había en los E.U. unos 125,000 aparatos receptores de radio. En 1937, 27.5 millones de familias contaban con un radio. (Y luego preguntan si Radio Shack es negocio).

Además de la Fundación Rockefeller, las Universidades de Ohio y de Princeton, al igual que la CBS (Columbia Broadcasting System), invirtieron enormes sumas de dinero y personal para investigar acerca de las potencialidades de control social de los medios de difusión masiva (si no son pendejos).

En la CBS, Theodoro Adorno fue nombrado jefe de la sección de música del proyecto de investigación (órale mi rey ya te colocaste, y luego nos encontramos a blogueros que le ponen su altarcito a Adorno y lo citan como si estuvieran citando la Biblia, ¡Va mi veladora en prenda... voy por ella"!). Yo quiero un puestecillo de esos.

La inducción del pensamiento de la familia estandar (la cultura, diríamos) a través de las radionovelas -y después las telenovelas- y de los programas de capítulos, fue uno de los mecanismos de creación y promoción de perfiles psicológicos. La promoción de "superhéroes" se puso a la orden del día. (Luego nos metemos con los cómics). Ciertos moldes de creencias y perfiles ideológicos fueron impuestos con relativa facilidad.

Diré, por último, que Di Stéfano abandonó su carrera meteórica como cantante alegando que el pelillo de sus alfombras persas habían afectado su garganta y mermado su capacidad vocal. ¡Mentiras! Fue su desdén al rigor de la técnica vocal italiana lo que acabó por alejarlo de los teatros. Inconcientemente contribuyó al deterioro de los cánones estéticos clásicos.

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