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POESÍA Y ASTRONOMÍA
En relación al post anterior, El más allá, recibí el siguiente comentario de mi estimadísimo amigo JM Portillo:
"Humphrey, definitivamente la gramática (por lo menos la del español) y hasta la semántica están negadas para entender el mundo de los astrónomos, hay dos complementos circunstanciales de tiempo que se contradicen ¿cómo puede un objeto orientarse por noventa horas en una misma dirección durante un año? (,) definitivamente la gramática no nació para la relatividad; eso explica el que algunos poetas (de universos mentales no sólo relativos sino rayando en el caos) desechen la gramática (.)"
La observación alude a la aparente discrepancia gramatical (o semántica, según se quiera interpretar) entre dos unidades de tiempo que conviven en una misma oración. Cito directamente de la página 62 de National Geographic en español de diciembre de 2003:
"Al enfocarse 90 horas en una sola dirección durante un año, el telescopio reveló una multitud de galaxias apenas visibles, a más de 12 mil millones de años luz de distancia..."
Al percatarme de esta discrepancia potencial incluí un comentario personal que buscaba justificarla; anoté: "(chequen la dificultad de enfoque)", tratando de sugerir (es decir, buscar herramientas del lenguaje escrito para subsanarla) que no se trataba de un accidente editorial. Efectivamente, tras leer el artículo concienzudamente vi dos cuestiones interesantes:
El satélite que transporta el Hubble, mantiene su actividad, entre otras fuentes, gracias a la potencia que obtiene del solo hecho de orbitar la Tierra (energía cinética que permite la ingravidez, dicen los que saben). El telescopio se puede programar para mantener su objetivo en una orientación específica (una galaxia, por ejemplo), no obstante que en determinado período de tiempo (cuando la propia Tierra le obstruye la visión), no puede percibir el objeto enfocado pero sí mantener su orientación.
Otros elementos a considerar juegan un papel vital en este asunto. El telescopio requiere de energía para funcionar (es electrónico), lo que generalmente se obtiene por medio de celdas solares (es decir, una fuente paupérrima) acumulable en una batería. Aquí se presentan dos cuestiones a resolver. Por un lado, la energía es insuficiente; por otro, de haber suficiente energía, y aún con la que existe, hay que resolver el problema del sobrecalentamiento de los elementos que intervienen en el funcionamiento del telescopio (recuérdese que es una vil computadora). (Ingenieros especialistas en resistencia de materiales, ¡pónganse las pilas!) Este razonamiento es lo que estaba detrás de mi comentario "chequen la dificultad de enfoque".
ASTRONOMÍA Y LENGUAJE
Es verdad que muchos de los autonombrados poetas han hecho un uso irracional del lenguaje, pretendiendo marcar sus fórmulas expresivas con el profundis de su innovación. El vanguardismo de fines del siglo XIX y principios del siglo XX está lleno de experimentos concomitantes y aún en la actualidad tropezamos con ignorantes grandilocuentes expertos en sobre valorar su propio vómito, poetas de caguama sorprendidos por la potencialidad de su exacerbada imaginación que no valen tres pesos.
Ya hemos dicho aquí que las civilizaciones que se precian de serlo han desafiado la frontera de la oralidad transformando su (s) paradigma (s) mediante el uso de grafías. La escritura, en ese sentido, es una herramienta sagrada. ¿Qué era aquello del conocimiento ancestral que merecía ser perpetrado ("graficado") por tales civilizaciones, si no su percepción del infinito, su conciencia de la observación celeste?
Conocimiento y escritura pudieron liberar la imaginación y permitieron plasmar la percepción sensible en la obra de arte (poesía). Escritura, ciencia y arte son un ente que no puede destrenzarse y los momentos más fecundos de la civilización han prevalecido cuando el individuo reconoce esta armonía. Fueron unos torpes enigmáticos del siglo XIX que decidieron "separar" formalmente las ciencias de las artes, tamaña estupidez.
El registro de las estaciones, el período metódico del movimiento sideral, los cambios climáticos, el espasmo vegetal, el peso invisible del sol sobre las pupilas terrenas, su inasible compañía, ¿no fue acaso el impulso primigenio del mono que se yergue sobre el eje de su cadera observar el horizonte? ¿No fue la imperiosa necesidad de registrar los períodos aquello que motivÓ a la especie pensante a marcar un madero o rayar una piedra?
Hubieron de transcurrir miles de años antes de que el hombre primitivo articulara sonidos coherentes para comunicarse fehacientemente, y otros miles para que estos sonidos cayeran sobre la arena y formaran cuerpos tangibles, signos y palabras que traspasasen el yugo del tiempo inmediato.
El don de la escritura ha liberado al hombre del fardo de la tradición. Despertó la conquista de otros mundos desatando los nudos terribles de la memoria a los que permaneció atado por milenios.
El hombre es libre ahora
que puede avizorar algún cometa;
que puede perseguir su trayectoria
y hacer la anotación en su libreta.
Ha roto el poeta silencioso
el hechizo tremendo del misterio
y en uso del don de la palabra
deja a los mortales el secreto
(mientras muere tranquilo y satisfecho).
Qué epitafio justiciero ha reservado
la gloria para dárselo al poeta
que parte resignado:
"Busca, hermano, más allá de las estrellas
que más allá debe habitar un padre bueno".
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