sábado, noviembre 12, 2005

POESÍA, TEXTO Y LECTURA

César Silva Márquez, mejor conocido en el bajo mundo del blog como http://www.silvaman.blogspot.com/ Silvamán, apunta interesantes reflexiones sobre poesía contemporánea gringa así como algunos comentarios sobre el discurso del cómico en México. Echen un ojo.

Actualmente se ha utilizado un anglicismo, “performancero”, para referirse a quien lee poesía para otros, sin embargo, ese vocablo arrastra muchos problemas pues el performance generalmente se ubica como un género interpretativo híbrido que roba tanto de la alocución poética como del desempeño histriónico, la pantomima, etcétera; llamar “actor” o “ejecutor del texto” al intérprete referido complica las cosas. Los términos recitador y declamador tienen desgastadas connotaciones que para nuestros fines resultan inútiles. Elocutor poético sería quizá un concepto más aproximado a lo que queremos decir, aunque de buenas a primeras se escucha tan extraño como cuando se introdujo la palabra cantautor.

Es cierto que escuchar a Neruda leer sus propias obras pudiera retirar a muchos jóvenes de la poesía, pues su voz cascada y monótona termina por volver sus versos aburridos y sosos (aunque está por determinarse aún en qué medida la popularización del rap ha condicionado a las nuevas generaciones a lo monotónico). Decir esto no busca demeritar la poesía del chileno, no va por ahí la cosa. El rasgo monótonico de voz lo pusieron en boga los poetas malditos franceses en el siglo XIX, su intención era negar la tradición clásica (griegos, renacentistas y neoclásicos) de lectura poética basado, más que en la “actuación”, en la “entonación” del texto poético. Esto tiende a confundirse porque la entonación no puede ejecutarse sin una correspondencia gestual (incluyendo el énfasis con las manos), pero más allá de esta acotación, la lectura poética no incluía “acción”, es decir desplazamiento corporal, fundamental en el performance y en el cómico solitario. La tendencia romántica caricaturizó la forma clásica llevando la función a lo que identificamos como declamación (teatralización del texto) o recitación (discurso poético memorizado), cuya característica es que no hay lectura de por medio.

No hay que perder de vista que la disposición a la interpretación elocutiva de la poesía está en relación directa a los contenidos. Un poema narrativo, épico o amoroso impone una expectativa de tensión determinada que lleva aparejada una entonación concomitante, siendo el carácter lo que distingue a uno de otro. La poesía de carácter abstracto, es decir, aquella que no tiene una dirección semántica definida y cuyo soporte depende mayormente de las imágenes poéticas, más que de su aliento narrativo o secuencial, impone también una entonación menos definida y con mayor proclividad a la monotonía en el sentido en que lo definimos. Pareciera que esta poesía estuviera concebida únicamente para ser leída en silencio y que su deleite fuese circunscrito a la soledad lectora de la imaginación.

El otro aspecto, lo coloquial y lo formal en la creación poética, puede observarse desde otros niveles: el de la comunicación y el estético. Partamos del siguiente hecho: la literatura, y la poesía en particular, son actividades netamente intelectuales. Su concepción, elaboración, lectura y comprensión exigen cierto grado de competencia. Esta premisa no tendría por qué hacer del arte literario una materia elitista, de no ser por la disparidad social y educativa que vivimos. Hay que desconfiar por sistema de los desafortunados intentos por “llevar la poesía al pueblo”, sea vulgarizando la perspectiva estética con propuestas fracasadas como el “realismo socialista” o el “arte nacionalista” (arte al servicio de un sistema, una ideología, et. al.), sea “bajando” al nivel del “pueblo”, la masa o determinado sector social (jóvenes, marginados, iletrados, etcétera). El punto de vista del artista debe estar siempre por encima del pueblo, de las élites dominantes, buscando los límites de los imaginarios prevalecientes. En todo caso, la clave sería morir en el intento por llevar al pueblo a la poesía. ¿No tiene derecho el burócrata, el marginado, el indígena, el junior ignorante, el ama de casa o el campesino a conocer el arte trascendente producido por la humanidad a lo largo de la historia? ¿Por qué conformarse con menos que eso?

En tal caso: ¿No es acaso esa perspectiva, la de contribuir al patrimonio cultural de la humanidad, lo que debe inspirar al artista genuino?

Por artista genuino consideramos aquel preocupado por su labor artística y sus resultados, antes que por el pueril reconocimiento de la sociedad: fama, premios, dinero, etcétera.

Hablar de la cotidianeidad nada tiene de singular, el punto es plantear ópticas originales o novedosas de ese objeto y de la reflexión sobre él. ¿De qué sirve a un narrador, por ejemplo, reproducir un coloquial diálogo de vecindario o de cantina si no atiende ello a un artificio refinado en la estructura de su narración, en su intención metadiscursiva? Un ejemplo: ¿es lo coloquial en Rulfo lo que hace trascender a ese narrador? No, obviamente, sino el empleo de esa materia prima para hacer una propuesta estética compleja en su trama, temporalidad, psicología de personajes, etcétera. Una propuesta que debe ser descifrada en mayor o menor medida por un intelecto apto.

Mi propuesta es que la Spoken Word Poetry se analice a la luz de lo expuesto antes y desde la perspectiva del agotamiento de las formas, en particular de la lengua inglesa, especialmente por el manifiesto agotamiento del vanguardismo. Claro que, como sugiere Silvamán, los estadounidenses entendieron a Eliot, pero Eliot en tanto modelo ya dio lo que iba a dar. Lo que vemos ahora son copias de la copia. En tanto copia, pierde el espíritu del original y deja ver únicamente la obviedad, pero el hecho de que la obviedad tenga también su nicho semántico no le da carácter estético pues lo coloca detrás del modelo.

Dejamos pendiente el tema del cómico mexicano, el stand up comic, Woody Allen, etcétera, pues ya estamos corriendo el riesgo de provocar una epidemia de somnolencia crónica.

¿Qué hora es?

3 comentarios:

arboltsef dijo...

Las 10.28 de un sábado cualquiera.

Estan buenísimas las reflexiones al respeto, le seguiré echando un vistazo al trabajo del silvaman.

Un saludos.

Santiago dijo...

Buenas.

Dos o tres cosas: Alocutor poético suena del carajo. Mejor bardo, o trovador, o griot o algo así. Luego, la poesía de esos que dices sí se puede entonar, lo que pasa es que el bardo tendría que poner de su parte. Es decir, no hay un tono obligado, pero tampoco obligación de monotono. O sea que estamos de acuerdo, creo, nomás que me pareció que valía la pena anotarlo.

Más: la perspectiva del artista genuino no sé si debería ser el acervo de la humanidad o simplemente hacer las cosas bien. La Humanidad, así en abstracto y en grandilocuente, bien lo puede tener sin cuidado. Como motivo, sin embargo, es válido, pero tanto como el dinero, la fama o las cosas pueriles. Si un tipo dice "yo hago poesía porque paga bien" (ja) y hace buena poesía, pues venga. Como Frank Zappa que decía we're only in it for the money, y era bastante buen músico, aunque también bastante imbécil en el sentido divertido de la palabra.

Con lo del "arte para las masas" estoy bien de acuerdo. Añadiría nomás que las masas generan de por sí arte propio, que no entra en el canon culto porque no es culto y ya, pero que muchas veces cumple con los mismos objetivos, más o menos. En el caso de la música, aunque tu eres el entendido, alguien me comentaba que la mayor parte de la música popular es descendiente del barroco, y sí se ve el parecido en cómo se usa el acordeón en ciertas cosas norteñas, o el violín en la música huasteca.

Eso, pues, el diálogo sigue.

Santiago dijo...

Se me olvidaba, un abrazo