martes, mayo 20, 2003
LA OPERA ES UNA COSA MUY SERIA Y DIVERTIDA
Llamada de última hora: Bedita Moreno, presentó hoy un examen de repertorio (está por terminar la licenciatura de música, opción canto en la Unison). El examen requería la presencia del coro para la famosa aria Habanera de la ópera Carmen de Bizet, así que ahí vamos al rescate.
Su concierto salió muy bien, cantó diversos géneros y fue muy ovacionada. No digo que el coro fuimos una maravilla, pero honestamente lo de Carmen salió muy bien. (Yo se lo dedico a Gustavo Morales (a) el Jazza, que es devoto admirador de Carmen)
Esto quizá fue lo mejor de un día negro, como la mayoría de los lunes. Cantar (como tocar algún instrumento o actuar) frente a un público es algo verdaderamente disfrutable. Especialmente si uno lo hace por el mero gusto de hacerlo. No porque se sienta uno artista-divo (a), sino porque, si se hace bien, se entrega un pedazo de uno mismo a los demás, se entrega algo de la vida cotidiana, del estudio personal que no se queda ahí sino que trasciende al provocar emociones sublimes en el público. (Ahora me dispongo a hacer el paréntesis más largo que he escrito: Me tardé en entender que el término sublime no es de ninguna manera romántico. Es algo que se evoca cuando se piensa en la felicidad de los demás, abandonados los sentimientos hedonistas que no nos dejan de acosar. Es una emoción que despierta cuando uno se pregunta "bueno, ¿qué es lo que me toca poner en esta fiesta?, en la fiesta de la vida. ¿Qué es lo que yo como persona puedo ofrecer a los demás?" Y la respuesta es una respuesta estética. La estética es una catapulta que arrasa con la ética y con el enfado de la costumbre. Federico Schiller dejó de escribir poesía y teatro durante ¡diez años! por su obstinación de concluir su obra Cartas sobre la educación estética del hombre, ¡qué acto más sublime! Esa joya, sumada a otra que los editores intitularon Poesía sentimental, poesía ingenua recomiendo a todos aquellos que asumen la osadía de escribir poemas. La educación estética es una proclamación de la libertad. Lo sublime es el ejercicio del arte en aras de hacer de los hombres -y mujeres diría Fox- mejores individuos. El arte como profanador de la injusticia, como cuña terrible contra la tiranía, como demolición del oprobio. Cierro paréntesis). ¡Oh, Dios, empiezo a desvariar!
Y eso es sin duda lo que despierta especialmente la ópera. En este rubro excluyo de antemano a Wagner (perdón, José), ese nocivo experientalista.
He participado en dos óperas y puedo afirmar con franqueza que reaniman momentos de mi vida personal que no cambiaría por otras experiencias (incluyo aquí las de matar pajaritos con una resortera y robar libros de Sanborn's).
Por eso pienso que haber ayudado a Bedita en su examen, así sea con un pedacito de una ópera, es una de esas oportunidades que no desperdicio. Vivan la vida.
¿Qué hora es?
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