MÁS SOBRE IBARGÜENGOITIA Y EL PRINCIPIO DE LA IRONÍA
Leo los posts de Edgar R. (Solzimer) y de Bernardo (Bagatela) sobre Ibargüengoitia y ambos, me parece, guardan puntos de vista distintos pero convergentes. Confieso que su estilo (el de Ibargüengoitia) me cautiva también y no desaprovecho la oportuniad de recomendarlo (por eso recomendé Estas Ruinas que Ves), pero, bueno, uno sabe hasta donde puede subir el río con la crecida.
Por otro lado, es cierto lo que dice Fabio (Antivlog) que dice Hegel (Ay cabrón, ¿cómo dice que dijeron?):
"La ironía ama esta modalidad de la falta de carácter".
Es verdad, ocurre que la ironía encuentra en la falta de carácter el sitio idóneo donde donde poner su nido porque su propósito no es destruir al sujeto sino, al contrario, hacer visible esa debilidad. Así, el sujeto puede percatarse de su falla sin el peso de la culpa. Tal es la magia del humor irónico. Es el guiño de un cómplice amistoso que da palmadas en la espalda y te anima a terminar el partido cuando piensas que ya se agotó tu resistencia. La ironía te descubre la verdad: no es el cansancio lo que te aniquila, es tu secreto temor a la victoria.
Vuelve Hegel:
"Así, el individuo que vive como artista ciertamente entra en relación con los demás, vive con amigos, personas amadas, etc., pero como genio, tiene por nula esta relación con una realidad determinada, con acciones especiales, así como con lo universal en y para sí, y se comporta irónicamente frente a esto".
Si, pues: el genio se comporta irónicamente; acepta su condición con humildad. Irónicamente no quiere decir que se la pasa burlando de sus allegados por que los menosprecie atendiendo a su condición común; al contrario, implica que desde la altura de su entendimiento (por eso es artista) puede trabar relaciones con su universo inmediato sin que eso altere en lo absoluto su elevada visión de las cosas. En cuanto genio, nulifica sus relaciones sin negarlas (son cosas distintas) y, caso contrario, aquellas relaciones pueden aceptar o negar al artista, pero jamás nulificarlo. Eso es lo irónico a que se refiere Hegel. ("Oye Humphrey, está de la chingada este razonamiento". -Pues qué quieres, así es Hegel, el Fabio tuvo la culpa por sacarlo de su catacumba-).
En otras palabras, las relaciones del artista (el absoluto) no lo influencian; el artista no se deja llevar por la opinión prevaleciente. En su caso, cuestiona los axiomas de esa opinión, pero lo hace desde un plano inobjetable y bello, no porque busque derrocar imperios y colmar venganzas. El artista construye los andamios del futuro, mira hacia el barrio bajo del oprobio y sonríe con un gesto generoso. Ese es el rostro de la ironía.
Y ese es el problema de nuestros artistas del siglo XX: o se vuelven críticos acomodados, o se dejan arrastrar por el brillo del dinero y el relumbrón de las cámaras. Y así terminan, siendo mediocres reconocidos y multipremiados (a veces nomás mediocres reconocidos y a veces nomás mediocres). Y, pues sí, Ibargüengoitia tuvo muchos factores en contra y una muerte madrugadora. Qué pena, ¿no?
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