lunes, diciembre 08, 2003

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LA AVENTURA DEL TROMPUDO

Me llevé unos tostitos y una coca ligth para el camino, al fin y al cabo son nomás 130 kilómetros, pero, oh sorpresa, al llegar a abordar el autobús en el campus nos percatamos que en lugar del "turismo cinco estrellas" que nos prometieron se encontraba el paladín de viejas batallas del camino, un camioncito mejor conocido por los universitarios como el trompudo . Su simpático diseño no lo distancia mucho de los multirrutas urbanos que han ganado a pulso la fama de ser atropelladores de ancianos y tackleadores de semáforos y postes de la luz.

Bien, el trompudo es un vehículo que en E.U. no pasaría la norma ni para transporte del servicio antirrábico, pero ya envalentonados y con la presión de nuestros compromisos encima, nos subimos envueltos en una nube de resignación. De ida no hubo bronca pues había solecito y mucho ánimo. Pero de regreso, a eso de las diez de la noche, comprobamos que al trompudo le entra aire hasta por la antena y que el aire frío de la costa no es benéfico para los cantantes después de una actuación. Resultado, la socia y yo recaímos en aquel catarro que hace dos semanas nos traía fintos.

Entrando en materia, el concierto en Guaymas estuvo bastante respetable. La primera parte: música litúrgica de Mozart, Franck y Haendel, luego solistas y coro de Nabuco de Verdi. La segunda parte, solistas; yo canté un dueto de la zarzuela María Fernanda con la socia (nutridos aplausos acá modestamente), ya saben, el aplauso es el alimento del artista aunque los burros de machaca que dieron de cena me hicieron olvidar los aplausos. La maestra Marybel F. se discutió con O mío babino caro que le salió de peluche (¿qué dije?). Mis ahijados Tito y Marcela (recién casados) cantaron dos duetos zarzuelescos bien plantados. Enseguida otros templados cantando y luego dos coros con solistas de Elixir de Amor (la socia se discutió en el papel de Gianetta) que causaron disturbios en el sistema parasimpático de los oyentes. Llegamos a las 12 de medianoche. Esto fue el domingo.

Saliendo de la materia, con todo y el catarro tuvimos un ensayo hace un par de horas. Fue montaje escénico del primer acto de Elixir de amor de Donizetti que pondremos en escena el sábado próximo en una Gala de Ópera que ya está casi lista. Yo ando así como si me hubiera sacado 100 en matemáticas porque, adicionalmente, voy a cantar el cuarteto de Rigoletto, mi cuarteto vocal favorito que ya me aprendí de memoria (ven, a veces me olvido de mi alzheimer) y con un ensayito más ya queda. La otra cosa que voy a dejarme caer es Core 'ngrato, rolita que le compusieron a Caruso por allá hace 100 años y que no deja de tener sus riesgos. El teacher Briano fue quien me hizo cantar esa napolitana hace ya un resto de lustros allá en la ciudad de los referéndumes y las megamanifestaciones.

Bueno, como el catarro no me deja concentrarme, mejor aquí le corto y regreso cuando recupere mi sentido del humor. Feliz semana, les manda saludos mi marciano favorito que levemente está por terminar la versión número cinco de la carta a Santoclós (corregida y demasiado aumentada). (Edgar R: ¿qué le digo? ¿la neta?).

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