jueves, diciembre 04, 2003

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SIN TÍTULO

La poesía de José Emilio Pacheco ha sido muy criticada. Quiero decir: ha sido muy comentada. Yo no se nada de poesía, excepto lo que he aprendido de aquellos críticos que hablan de poesía y, claro, de leer un poco de poesía clásica inglesa, alemana e italiana.

He leído obras de poetas extranjeros (extranjeros del español) y al pronunciar esto me viene a la memoria que mañana tengo examen de Fonética, lo que de forma instantánea reduce mis ímpetus análíticos sobre el tema que al principio planteé. Ahora pienso en lo impredecible que puede ser el comportamiento del pensamiento y en cómo estos temas pueden despertar interés en los lectores (temas como el cambiar de tema a la hora de estar pensando: inexplicable en serio).

Como estos cambios de fase son, digamos, misteriosos, llaman la atención porque se suceden cotidiana y reiteradamente y se rev(B)elan como una forma obstinada de proceder de nuestro pensamiento. Cuántas veces ocurre que están ustedes hablando con su interlocutor sobre tal o cual asunto y, de pronto, les cae una idea del tercer piso y los descalabra suavemente, de tal forma que cambian el curso de su charla y se introducen en un universo totalmente distinto del que originalmente gravitaban como aquellos peces que han sido sustraídos de su ambiente natural y han sido insertos en una pecera de ornato.

Eso, eso, digo yo, es lo misterioso.

Y absurdo, absurdo aparezco yo, tratando de desentrañar un asunto tan cotidiano como sencillo, tan banal como persistente. (¿Qué estaba diciendo?....) Ah, sí, que José Emilio Pacheco es un grafómano incurable, que ha publicado más artículos literarios en medios informativos que ningún otro escritor mexicano. Su sola presencia abate la sombra de su talento. Abrevia su obra poética mis opiniones y dejo para mejor ocasión un comentario menos apático de su producción.

Aquí sólo le guardo homenaje con uno de sus más conocidos poemas:


ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
—y tres o cuatro ríos.

No me preguntes cómo pasa el tiempo, 1969

Luego le seguimos.



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