martes, diciembre 30, 2003

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EL BLOG Y LA NIMIEDAD EDITORIAL

Ayer por la mañana charlaba con el Bruno R. sobre la levedad del blog. Sus comentarios y los míos quedaron prendidos de alfileres sobre un papalote. Intento sintetizar algunas cosas aquí (sintetizarlas allá sería pérdida de tiempo).

Un blog puede ser tan "serio" como el espíritu de su autor. Considerando que la "seriedad" es hija adoptiva del formalismo académico -el sofista intentó convertirla en matriz inmortal y luego el filósofo pretendió ganarle el puesto al sofista-, resulta un contrasentido su pretensión de crecer y multiplicarse en un medio tan novedoso como la publicación instantánea del blog. Optmista por naturaleza, el blog (la posibilidad de publicar y ser leído por otros en segundos) se vio con ánimo suficiente para despertar vocaciones escriturales en sus derechohabientes que, como los del IMSS, crecen a ritmo exponencial.

Qué se escriba: tema, forma, contenido, texto y pretexto, cómo se escriba, etc., fue asunto que pasó a segundo término en la nueva maruchan editorial.

Con el blog, el internet paría también una nueva especie de lectores: Un lector activo, capaz de crear aspavientos a partir de sus propios demonios y de los infiernos de otros: el lectoescritor. Su calidad estilística importa poco ya, su dominio literario es pecata minuta. El lectoescritor saltó por encima del terreno minado de la censura pese a sus botas llenas de lodo, abatió el elitismo de las instituciones con su sola presencia y le dio con la puerta en las narices a los editores con su irreverencia. Exagero, ni siquiera sabe de la existencia de los editores. Sorry, adoradores del papel impreso, los nuevos lectores se saltaron las trancas, transgrediendo las leyes de la decencia textual y su fiel observancia en la República de las Letras. En la agonía del milenio, una era anunciaba su fin. La rancia corte del texto impreso, mareada por los años, coptada por los gobiernos, mecida por la fama y embriagada por la sed de poder y de dinero, dejaba ver en su frente la frase abrevada de su epitafio. La imprenta, el pájaro dodo del Renacimiento. Continuará. (Ven: hasta el texto por entregas puede publicarse aquí y sin permiso de los editores de los diarios).

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