martes, diciembre 23, 2003

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SANTOCLÓS Y LA INTERMEDI(EDAD)

Cuando niño creía fielmente en Santoclós, lo que me trajo muchas alegrías y juguetes. Luego entré en una época de dudas y terminé por reconocer que el personaje era un mito, en esa época hubo regalos pero la ropa comenzó a ocupar el lugar de los juguetes. De adolescente me reía de Santoclós y de quienes creían en Santoclós, entonces la ropa también comenzó a desaparecer del árbol familiar. Más tarde, de "adulto", me volví radical y terminé por desterrar mitos y leyendas de mi departamento, incluyendo al arbolito. Fue una emocionante época antitodo. Una década después, ya con dos hijos que mantener, comencé a dudar de nuevo. De plano, compruebo que la diletancia vive con uno de forma tan descarada que me parece poco ético proclamarnos congruentes. Hoy en día no solamente creo firmemente en la existencia del Santoclós, además actúo en consecuencia; las sorpresas han regresado y mi casa huele a pino recién cortado. En mis hijos se trasluce una emoción tremenda, si bien no compartida del todo por mi tarjeta de crédito. Serán ellos quienes decidan que hacer con su Santoclós más adelante.

Por mi parte, y viendo este voluble tren de acontecimientos, no descarto la posibilidad de que en algunos años yo mismo termine siendo Santoclós, ese personaje a quien, es notorio por su nariz colorada, le fascina la cheve. De menos cuento ya con las canas y los lentes. Además, como he perdido el miedo a disfrutar la felicidad ajena y especialmente aquella que la vida me ofrece (a veces mi miopía no la percibe), creo reunir ciertos requisitos indispensables para desempeñarme como tal. Por lo demás, conducir un trineo jalado por renos se me antoja de lo más emocionante. Ensayo ya el ¡HOHOHO!

NOTAS AL MARGEN
(Empiezo de atrás para adelante)

a) Mi maestro de estudio del lenguaje defiende la idea de que el HOHOHO navideño se puede lograr mediante la alocución de una jota suave que se alcanza evitando la oclusión palatal que define el rasgo fricativo de esa consonante (con la vocal ni me meto). Por mi parte, agrego que es necesario meterle estilo y volumen a la hora de ejecutar esa exclamación, en apego a los cánones del realismo mágico.

b) Nunca conservamos las fechas de los puntos de inflexión de nuestra diletancia, lo que nos hace congruentes con nuestra inconsistencia intelectual.

c) La duda, el dudar, en tanto ejercicio filosófico fundamental en la formación del individuo, me lleva a pensar en la necesidad de establecer un curso para niños sore la metafísica de I. Kant por ahí entre segundo y tercer año de primaria. Sin embargo, descarto la idea en tanto que ésta me alejaría de la posibilidad de ser un hilarante Santoclós y me acarraría el odio sistemático de las nuevas generaciones.

d) Ahora lo buenos deseos: Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo a todos. (Nadie esperaba un lugar común tan común, ¿no?). Bueno, pues, matizando: deseo que esta Navidad sean tan felices como pueden (IVA incluido) y que el año que entra la comunidad bloguera multiplique su prodigalidad. ("Humphrey, qué chingados es eso de prodigalidad". -No me preguntes nada, el semestre ya terminó y la semántica me ha tratado peor que tú-).

Posdata: La verdad sea dicha, Rodolfo también le entra duro a la cheve, la nariz roja no es cosa genética.

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