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GANO EL PACHUCA O EL MISTERIO DE LAS JETATURAS
Una lección sobre cómo descubrir el hilo negro. El futbol es un deporte de goles. Hay estrategia, táctica, estilo, hibridez, escuela, estigma y jetaturas en este deporte, pero sin goles (uno al menos) todo sería suspenso contenido, angustia, grito cortado, evocación impotente, exclamación espasmódica, emoción trunca, modalidad frígida, pesadilla innecesaria, lamento malogrado. Los 0-0 cuentan, otorgan puntos pese a todo, pero en las finales hay que anotar si se pretende el trofeo grandote. (Entre paréntesis: los trofeos que otorga la Federación Mexicana de Futbol son terriblemente obsoletos, me recuerdan el logotipo del Real Madrid, un vejestorio del diseño, y me recuerdan al Ventarrón García, jugador del Atlas por allá en los años cincuentas, entrenador del equipo donde jugué desde la infantil hasta primera fuerza: el Independiente de mi frontera natal. (“Cálmate Humphrey, ya vas a empezar con tus nostalgias, ¿no?, lo que sigue es tu recuento de esguinces y lesiones que siempre sacas a pasear... no empieces”. –Come mierda, yo escribo lo que quiera-). Se cierra el paréntesis).
Ok. Los goles. Tigres de la UANL falló miserablemente en la misión fundamental del futbol: anotar. Falló de forma tal que lastimó seriamente la idea que tengo yo del futbolista brasileño. No puedo creer que Irenio Soares o Kléber sean tan limitados como para no intentar esos tiritos bombeados que cada fin de semana realizan Saturnino Cardozo, Ronaldo o Raúl. No concibo a un brasileño tirando a matar en un mano a mano frente a un portero tamaño XXL como Calero. Idiotez total, en serio. Silvera es el epítome de la falta de carácter en circunstancias apremiantes. El delantero frente a la disyuntiva hamletiana.
No había querido decirlo pero al único técnico argentino que soporto es a Bianchi. A Nery Pumpido le salió el síndrome de superman que caracteriza a los gauchos, especialmente cuando van al extranjero. Bianchi es más cerebral, tanto que sabe que la autoadulación resulta contraproducente. Por eso desconfío mucho de los técnicos argentinos incluyendo a Pasarella.
¿Por qué se ha de culpar a los árbitros de la derrota? ¿Por qué Pumpido no dijo “el hijo de puta causante de la derrota fui yo, pido disculpas a la afición”?
Por una razón muy simple: los dioses no se equivocan. “Fue la Femexfut, la comisión arbitral, Yamasaki, el otro, no yo, ¿no entienden que no puedo ser “yo”?. El cabrón estaba como estatua en Pachuca, viendo cómo fallaban Irenio y Silvera goles que cualquier llanero le anotaría incluso a Calero. Y estaba ahí, impávido, en vez de salir a regañar a sus jugadores por ineficaces.
Por el contrario, Víctor M. Vucetich, mexicano con apellido de otras latitudes, es parco frente a los medios, nunca se proclama filósofo del futbol ni habla pendejadas con los jugadores. Conoce al jugador, realiza cambios milimétricamente concebidos, no arriesga más allá de sus propias posibilidades y toma siempre a Dios como el jugador número doce. El éxito le ha sonreído porque sabe que dirigir en el fútbol, más que un arte, es un asunto de recursos humanos. Como adelanté aquí, había que alinear al Bofo desde el principio, un acierto. Sin embargo, Vucetich no aceptó mi sugerencia de incluir a González China ni la de excluir a Alvez (que por cierto no hizo mas que fallar frente a Campagnuolo en dos claras ocasiones de gol desperdiciadas), definitivamente era mejor la contundencia de Claudinho que, pese a andar chocheando, le pega a la pelota con rencor ciego (era lo que se necesitaba, ignoro por qué no jugó).
Perdió Tigres porque es imposible que un argentino haga llevar al éxito a un grupo de brasileños. Chequen las estadísticas, es cierto. Vucetich lo sabe y no pierde en las finales. Jetaturas.
De las expulsiones felinas mejor ni hablo. Una cosa nomás: bajo ciertas circunstancias, un individuo racional, cuerdo, talentoso, generoso incluso, puede convertirse en una bestia enjaulable. Es una condición humana.
¿Qué hora es?
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