DE BRONCAS Y BANCOS
Hoy fue un día para olvidar. Además de tener que hacer una deliciosa e interminable cola en la Uni para poder reingresar al rebaño sagrado de Literaturas Hispánicas, hube de soportar un calor catatónico. Contaba con que mis clientas universitarias pagaran lo que deben ahora que ya regresaron de vacaciones, pero no, nadie pagó y tuve que hacer lo que todo mundo hace cuando el bolsillo desfallece: sacar dinero de la tarjeta para pagar la reinscripción. Los cajeros automáticos son una maravilla porque te dan la lana y no te hacen mala cara.
Sepan que Banamex es mi banco favorito, me ha enseñado rasgos desconocidos del masoquismo y novedosas formas de robo envueltas para regalo. Cuando recibo el estado de cuenta mensual, no saben lo que me regocija el ingenio del departamento de tarjetas de crédito para inventar comisiones insospechadas; el resto de los bancos son un hatajo de novatos comparado con este banco que cumple 120 años de vida. Happy birthday Banamex, Dios te tenga en Su Santa Gloria y desde ahí derrames tu crédito invaluable. (Invaluable porque debes 30 mil, pagas dos mil y luego debes 31 mil, pagas otros dos mil y tu nueva cuenta es 32 mil. Bueno, ¿quién está manejando la calculadora? ¿Reyes Tamez o Carlos Ahumada?).
Bien, el día concluyó con amenaza de lluvia, pero también ésta se frustró y el calor mantiene su rigor pegajoso. Se me van las ganas de escribir y esto que ahora lees no es sino un ensayo de la muerte súbita que están a punto de sufrir las pocas neuronas que quedaron. Luego nos vemos, San Lunes ya terminó.
¿Qué hora es?
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