miércoles, agosto 04, 2004

HISTORIAS INÉDITAS DEL GÉNESIS

Los cuervos observaban desde las caprichosas ramas del fresno las mazorcas de la milpa, tiernas y apetitosas. Sus glándulas salivales colocaban fuegos artificiales en el hueco del pico mientras los jugos gástricos bailaban la balada de la impaciencia. El espantapájaros estaba ahí. Un estigma paseaba entre la sonrisa bordada y sus manazas de hilacho. Temerosos y languidescentes, los cuervos soportaron el yugo del tiempo con estoicismo. En unos cuantos meses, el sombrero tejido del muñeco desapareció, las prendas fueron carcomidas por el sol y la paja que inflaba su estampa se fugó una noche con el viento. Nada quedó, excepto la cruz del esqueleto del espantajo. Luego, Dios dijo a los cuervos: "Creced y multiplicaos".

Una mañana, los cuervos bajaron desde su observatorio y se postraron ante la cruz inerte que sobresalía en la milpa. Entonces Dios descubrió la incredulidad.

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