viernes, agosto 20, 2004

MAROMAS Y MAROMETAS

Hasta hace poco mis nociones sobre teoría narrativa eran muy escasas. A medida que voy abordando la materia siento que voy entendiendo menos. No es falta de cariño. Ocurre que como todo fenómeno de la naturaleza, la narrativa puede abordarse desde diversos puntos de vista técnicos y desde visiones ideológicas distintas, lo que parece complejizar su comprensión y fragmentar su esencia.

Al menos hasta el siglo XIX, la mayor parte de los escritores de que se tenga memoria fueron, por así decirlo, "empíricos", es decir, armaron sus obras a partir de lo que podríamos definir como "intuición narrativa". He sostenido que narrar un hecho, oral o textualmente, es cosa de todos los días y se ejerce por todo individuo sano. Narrar fue una necesidad humana que desarrolló su propio medio: el lenguaje. Más aún, podemos afirmar que el lenguaje humano es un elemento distintivo de nuestra especie, un recurso que crece constantemente y se recrea merced a la necesidad. Por eso afirmo que narrar es un impulso esencialmente humano y su gestación antecede al lenguaje y fuerza la necesidad de crear este medio. De ahí podemos deducir que narrar forma parte de la condición humana y que la creación y ejercicio del lenguaje es uno de los fundamentos de toda cultura.

Con la invención de la escritura, una cultura crea nuevas formas de pensamiento y habilita a la sociedad para ejercer ciertos mecanismos de conceptualización y reflexión que el lenguaje oral no puede ofrecer sino de modo incipiente. Procesos complejos de aprendizaje que merecen sistematización y seguimiento, ejercicio y recreación, son exclusivos de la sociedad basada en la escritura.

Con el tiempo, la escritura, especialmente la narrativa artística, comenzó a explorar sus propios caminos. El ejercicio masivo de la escritura, pero especialmente la popularización de las traducciones de obras literarias, permitió "divulgar" formas y estilos narrativos de diversas naciones y regiones del mundo, lo que abrió una nueva perspectiva acerca de la narrativa misma. Muchos escritores plantearon de forma intuitiva ciertas características narrativas originales que en algunos casos creó corrientes y definió estilos. La creación de formas novedosas en la voz narrativa, el uso de focalizaciones distintas en un mismo relato, el manejo complejo del espacio y el tiempo en una trama, amén de la variedad infinita de historias ficcionales, llevó a los estudiosos del fenómeno a intentar conceptualizar los alcances y posibilidades de la narrativa.

Durante el siglo XX cobraron auge los estudios formalistas, marxistas, psicologistas y lingüistas en materia de obra literaria. Durante ese mismo período, el experimentalismo en la narrativa y la poesía parecía emprender una carrera con el fin de rebasar y aún poner en entredicho a los propios investigadores del fenómeno. Las sorpresas aún no terminan.

Actualmente la creación literaria y los estudios sobre la materia parecen tomar cada uno su propio derrotero. Aquellos escritores que afirman, por ejemplo, que la novela es un género acabado y que ya no es posible encontrar nada nuevo bajo el sol, al día siguiente se esfuerzan por demostrar lo contrario y continúan en la búsqueda de otras formas de expresión, nuevas historias, tramas originales y canales más modernos para el ejercicio de la escritura. Pensar que todo está dicho en materia escritural es como suponer que el lenguaje no seguirá evolucionando y que siempre obedecerá a las leyes que hoy pretendemos atribuirle.

("Humphrey, ya volviste a repetir el mismo rollo que vienes machacando hace varios meses, me vas a convencer de que todo está dicho ya". -La verdad es que nadie te niene aquí-).


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