jueves, agosto 12, 2004

LA LIBERTAD DE HECSPRESZIÓN

Algunas personas piensan que pueden hablar del prójimo impunemente. Lo hacen escudados en un slogan tan manoseado como falaz: la libertad de expresión, esa muñeca corrompida, esa farsa de tres pesos.

La libertad de expresión no existe, no ha existido, ni existirá jamás. Algunos pretendieron que esa musa era una especie de grito primigenio; otros, la sinceridad de sentimientos; algunos más, el flujo menstrual de ocurrencias azarosas. La llevada y traída "libertad de expresión" no tiene que ver con la verdad pues ésta sencillamente se supone inalcanzable. Así, la libertad de expresión se reduce a exponer cualquier combinación de palabras posible, independientemente (o a pesar) de su significado.

Bien, esa puerca cosa no existe porque la "expresión", especialmente la de los medios -para no mencionar la de los artistas- está condicionada por una agenda que no pertence a la expresión misma, se trata de una agenda siempre ajena que obedece a los dictados de entidades creadas, en nuestro caso, del libre mercado. Obedece a intereses partidistas, de grupos económicos, políticos, etcétera. Para resumirlo, la "libre expresión" es hija putativa del sistema de libre mercado, hijastra corrupta del capitalismo y su versión novedosa, la globalización.

Analicen el caso de "las televisoras" mexicanas, es decir TV Azteca y Televisa. Cuál es su motu propio: ¿informar, crear opinión independiente en el televidente? ¡No! Su objetivo es tener un rating pujante que le permita gozar de los favores de la corte patrocinadora: los cerveceros (Dios los tenga en su gloria), automotrices ("paso por tí a las ocho") y celuláricos (mamá, estoy bien). Carlos Slim, Ford (nacidos fuerte), Nissan, Sánchez Navarro y compañía. Azcárraga y Salinas Pliego, esos titanes de la libertad de expresión (me quedo con Ventaneando).

¿Debemos acaso considerar un ejercicio de "la libertad de expresión" que un reportero tarado de TV y Novelas nos "revele" con quién intercambió fluidos corporales el Potrillo Fernández?

En este sentido, la libertad de expresión no ha existido jamás. Existen (lo digo en presente) ideas que han revolucionado al mundo, que lo han puesto de cabeza, que lo han transtornado. Esas ideas jamás apelaron a la libertad de expresión. Fueron puestas ahí, al alcance de alguien, o dejadas dentro de una bolsa de papel en espera de que estallaran. Jamás tales ideas solicitaron autorización ni esperaron aprobación de nadie.

¿Recuerdan el Yo acuso de Emil Zolá? Fue una bomba sin permiso, igual que el descubrimiento de Pasteur o el de la señora Curie; igual que las alucinaciones célebres de Sócrates o las palabras de Neil Armstrong. Igual que esta pendejada que estás leyendo.

Alguien dirá que cierto excandidato a alcalde ejerció su libertad de expresión al borrar del mapa (por cierto ahora el mapa es suyo) a algunos de aquellos que pretendían socavar esa libertad. (Su abogado alegaría que todo fue incompatibilidad de libertades de expresión).

Aunque sé que la idea no está terminada, me brinco a subrayar el poder del blog en este cuento, su pasmosa ingenuidad, su dualidad magnífica. Podemos decir aquí verdades, verdades a medias o mentiras viles al amparo de la libertad de expresión, pero decir algo que valga la pena, poner una bomba textual que simplemente estalle a pesar de todo y salpique aún a aquellos que decidan que fingen no verla, eso, amigos, devuelve la libertad a quien escribe, aún si su modesta página electrónica no registrara visitas importantes o masivas.

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