viernes, agosto 27, 2004

LOS NUDOS DE LA HISTORIA:
EL ROMPECABEZAS DE LA ANTROPOLOGÍA

Aunque la especie humana no es tan joven, nos sorprende saber que la organización social y la conformación de una "civilización" se puede rastrear, cuando mucho, en un horizonte de cinco mil años. Sabemos que hace diez mil años ocurrió la última glaciación, pero nuestras hipótesis sobre la extinción, la reducción y la migración de conglomerados humanos prehistóricos de aquel período es casi nula.

Existen evidencias tectónicas, geológicas, fósiles y de otra naturaleza que hacen suponer, por ejemplo, que Europa albergó a comunidades primitivas. La modificación de los litorales y las cadenas montañosas pudieron haber borrado u ocultado todo vestigio de organización tribal. Quizá los remanentes de aquel período se encuentre sepultado balo los Pirineos, los Alpes o las aguas del Mediterráneo. La existencia de la Atlántida puede no ser tan mítica como suponemos.

En cuatro o cinco mil años, la genética puede fácilmente operar cambios en la pigmentación de la piel, la conformación pilosa y los rasgos morfológicos de un grupo determinado sujeto a condiciones climatológicas específicas, i.e. las características raciales. Del mismo modo en que encontramos osos polares, negros y grises, el color de los humanos es un simple síntoma de adaptación a medios climáticos distintos.

Estos elementos pueden llevarnos a suponer que el origen de la especie humana, situada su evolución en unos cuantos cientos de miles de años, proviene de un tronco común ubicado quizá entre el noreste de África, el subcontinente Indio y el Mar Negro, lo que reforzaría la idea de que una buena parte de las lenguas del continente eurasiático tienen un origen común denominado "indoeuropeo".

Es posible que la última glaciación haya obligado a muchas de las tribus que vivían en el norte de Europa y otros sitios boreales a emigrar hacia el sur por mera supervivencia, un "repliegue" en la natural expansión de la especie humana. Un repliegue de esta naturaleza necesariamente pudo haber creado conflictos y luchas por territorios en aquellas poblaciones primitivas creando, en la acumulación silenciosa de los milenios el carácter genéticamente belicoso que caracteriza a la especie humana en cualquiera de sus modalidades.

Es posible que movimientos migratorios como la mítica Gran Peregrinación de los pueblos indígenas que dieron origen a los aztecas hayan sido causados por cambios climáticos drásticos de orden parecido.

La posible reaparición de las tribus arias en el centro y norte de Europa, ubicada probablemente hacia unos 4500 años a. de C., haya obedecido a un fenómeno de repoblación proveniente del norte de áfrica, Mesopotamia el Medio Oriente y Asia. La consolidación de civilizaciones ancestrales como la Antigua Mesopotamia, los egipcios y los chinos habla quizá de zonas geográficas alejadas de las zonas de influencia del derretimiento de los casquetes polares.

El fenómeno de repoblación de Europa Central y Occidental puede ser una reminiscencia de tribus que "regresaron" luego que el clima volvió a restablecerse luego del largo invierno glacial.
Este movimiento migratorio que culmina con los asentamientos (especialmente celtas) en territorios británicos, nórdicos e ibéricos, así como los impulsos expansivos de fenicios, griegos, cartagineses y romanos hacia Oriente, se ve continuado por la colonización de América de parte de ingleses y españoles, y continúa hasta la colonización de Australia, Filipinas y, más recientemente, y aunque parezca salido de contexto, la exploración espacial.

Hemos dicho aquí que los fenómenos de la migración constante de vastos conglomerados humanos reflejan de alguna manera el carácter nómada de la especie. Pese al sedentarismo que parece predominar en este período de la historia humana, el constante flujo poblacional y su creciente potencialidad para generalizar la mezcla de las distintas etnias del planeta pareciera subrayar su origen común.

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