viernes, enero 10, 2003


EPITAFIO

Estoy creando esta página a instancias de ese sonsacador de almas que se hace llamar "h" pero que todos (todos no necesariamente es todos) conocen como Heriberto Yépez. Uno de los fines de este acto conmemorativo es tantear si las cosas que uno cree que no valen la pena efectivamente no valen la pena, por ejemplo este rollo a donde carajos va? Bueno, mejor agarro aire y me zambuto.


SOBRE LAS TENDENCIAS ARISTOTÉLICAS EN EL WEBLOG.

¿Cuál es el caso de pretender “observar” (ahora y aquí) a determinado autor-escritor en el momento mismo de “hacer” sus textos, en el instante mismo de “creación”?
De entrada esto presupone una serie de axiomas y abstracciones que no operan en la realidad y exhibe también una presunción infantil de los alcances del www en materia de producción, elaboración y distribución de textos.
Si se es espontáneo, ocurre con frecuencia que quien escribe deposita 30, 100 o 1000 palabras y se levanta del monitor; se va a zurrar o a prepararse un café y luego se da cuenta que el perro también trae el intestino grueso sobrecargado y lo lleva a la esquina a dar la vuelta (al intestino) y mientras ocurre todo eso, la idea que estaba escribiendo (o las otras ideas que están operando de forma transfinita en su cerebro sin consentimiento del sujeto) sufre cambios constantes que podrán traducirse en “correcciones” luego que regrese a la PC, o puede pasar que simplemente apague el monitor y se vaya a comprar tornillos de ¾ a Home Depot. Asumiendo que quien está fisgoneando resultara un voyeur obsesivo y esperara todo ese tiempo, adaptado ya a las rutinas del escritor escogido, tendría tiempo suficiente para hacer una teoría sobre las dulzuras del aburrimiento.
Otro caso sería el de andar buscando a quien observar, pero tendería a ocurrir lo mismo que el caso anterior.
El caso ideal sería tener a alguien como Luis Spota a tiro de web, cuyos hábitos escriturales son confesadamente predecibles. “Voy a ver en qué va Spota que siempre escribe de 8 a 12”. Oportunidad de oro para ver al creador creando su último rollo. Pero resulta que ahí no habrá ningún tip de corrección de estilo ni de ningún otro tipo porque el autor no corrige ni altera lo que escribe sino dos meses después, una vez terminado el trabajo, y resulta que eso lo hace en voz alta con ayuda de un amigo poeta. Entonces que bueno que Spota ya murió, porque de esa forma ya no nos va a dar esa oportunidad dorada de observar su flujorrea.
Así que, pensar en sacarle provecho en escribir “al aire”, en vivo y en directo, con el fin de que alguien observe el fluuuuujo espontáneo de palabras escritas de otro, no es sino una modalidad bizarra del chat. Ahora, la utilización de la webcam para ese fin sería poco menos que un exceso miope que pronto conducirá al tedio a la n potencia. Lo que hay que “ver” en el proceso de producción de un texto no se puede “ver”, ni con webcam, ni con microscopio, ni con tomógrafo. A pesar de las nuevas ventajas que puede ofrecer el weblog, quien escribe nunca podrá “despersonalizarse”. Puede (y eso hasta cierto punto) socializar algunos aspectos de la actividad escritural, pero la esencia de su pensamiento creador seguirá intacta y su expresión externa será siempre una mala fotografía del interior.

HANNA-BARBERA Y LA CONDICION HUMANA

Esto me recuerda una escena del programa de caricaturas Los Supersónicos de Hanna-Barbera en el que (fines de los 60s) ya existía la webcam y la protagonista chismeaba con sus amigas mediante un monitor; en un momento dado la interlocutora estornuda y se le cae la máscara mostrando su verdadero rostro recién levantado, sin maquillaje y con tubos en el pelo, en ese momento, presa de vergüenza se despide apuradamente e interrumpe la transmisión. La señora Supersónica se ríe, apaga su monitor también y se despoja de su propia máscara y aparece quitada de la pena con su rostro adormilado, tubos en el pelo y sin makeup.

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