jueves, enero 23, 2003

TRADUCIR, EL ARTE DE PREPARAR SARDINA

Cuando me propusieron traducir textos del inglés al español me asusté tanto como cuando me gradué de la primaria y mis amigos me propusieron que apedreáramos los vidrios del plantel. Adelanto que lo menos que quiero recordar son los baños de aquella escuela primaria pues, ipso facto, me viene a la memoria el sarro que invadía el azulejo y los tubos de aquel laberinto. El hedor que desprendía ese recinto parecía producido por una horda enardecida de zorrillos con infecciones urinarias trasmisibles y yo prefería aguantarme las ganas hasta que regresaba a casa. Bueno, consideren que estoy hablando de una escuela primaria de provincia que se debatía entre el Himno Nacional y los desayunos escolares.

Pero luego me repuse. Un amigo que murió el año pasado me dijo un secreto que hasta ahora había guardado como si fuera el acta de nacimiento original de Aureliano Buendía: "Para traducir del inglés al español no se necesita saber inglés, se necesita saber español". ¡Eureka!

De ahí me agarré. No se trata de traducir palabras, se trata de traducir ideas. Los anglohablantes tienen su forma de transmitir ideas y esas formas no tienen una correspondencia lineal con las formas hispanoparlantes. Por ejemplo: ¿Cómo traducir al inglés: "al que madruga Dios lo ayuda"?... There's no way... A menos que conozcas una expresión alternativa en inglés. Fue a partir de esta reflexión que tuve relativo éxito en "traducir al español".

Tengo algunos amigos que estudiaron inglés en Harvard (inglés, así como materia) y van a Tucson o a Nueva York y hablan el inglés como si fueran nativos, pero a la hora de traducir una carta o un documento al español, escriben como si Vicente Fox les hubiera dado clases de gramática. El problema es que no saben castellano. ¿Do you?

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