jueves, enero 23, 2003


POE PARA PRINCIPIANTES

Hace unos tres o cuatro años escribí un ensayo sobre Edgar Allan Poe. Se publicó en el suplemento "cultural" Voz-a-Nova de La Voz de la Frontera de Mexicali (después en El Imparcial de Beatyfulville). En ese ensayo me propuse refutar la idea de que Poe era un dipsómano y un opiómano, y, sobre todo, me propuse refutar que esa condición alterada fuese la fuente última de sus aportaciones literarias.

Confieso que Poe es mi autor de cuentos favorito. Incluso por encima de Tolstoi, Kipling y Chimal. Leí varias biografías de Poe buscando una respuesta a esa paradoja. Para mi sorpresa, encontré en un poeta maldito, despreciable y despreciado, la respuesta a mis inquietudes. Ese poeta fue Baudelaire. Habrán ustedes leído las Flores del Mal u otros poemas famosos como El Albatros, pero pocos saben que Baudelaire quemó sus mejores cartuchos traduciendo a E. A. Poe al francés, y menos, que defendió a Poe de las habladurías de la gente como nadie, poniendo en un pedestal sagrado la obra de uno de los más grandes creadores que han visto las imprentas. Rufus Griswold, editor póstumo de Poe, fue uno de los responsables de los mitos en torno a la "vida disipada" de Poe.

Cito mi ensayo:

"El propio Baudelaire señala incrédulo: “Rencores literarios, vértigo de lo infinito, dolores íntimos, insultos de la miseria; Poe huía de todo eso, sumergiéndose en lo negro de la embriaguez como en una tumba preparatoria. Pero por más buena que parezca esta explicación, no le encuentro suficiente y desconfío de ella a causa de su deplorable simplicidad”.

Refiriéndose al cinismo, a la falsedad y a la mezquindad con que Rufus Griswold empañó la imagen de Poe después de su muerte, Baudelaire reclama con justificado coraje. “¿No hay pues en América, una disposición que prohibe a los perros la entrada en los cementerios?" La generosa relatoría de Baudelaire sobre Poe, es una de las cosas que me convirtieron en amigo de ese francés.



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