martes, marzo 04, 2003
APELLIDOS Y BLASONES
El apellido del patrocinador de este blog no es un apellido muy común que digamos. Por ello no es de extrañar que quienes se ven en el duro trance de citarlo lo descompongan, lo alteren o lo paronimicen. (Humphrey, ya vas a empezar a inventar términos. -Déjame, esto es importante-).
El apelativo (en el caso del patrocinador la palabra apelativo tiene cierta connotación capciosa) es un lastre que nadie escogió y quizá eso explique en parte por qué los artistas (vedettes literatos, actores, cantantes, etc.) opten por cambiárselo. Algunos se lo cambian con todo y nombre. (Por favor pongan una coma después de vedettes, se me pasó).
Cualquiera que sean las razones, el cambiar el apellido, amén de restarle fortaleza y virilidad, ha ocasionado al patrocinador infinidad de contratiempos y equívocos. Desde invalidarle el certificado de estudios de la secundaria nocturna que acaba de concluir, hasta la cancelación de su credencial de Blockbuster (pasando por el decomiso de la de elector y la cancelación de un vuelo nacional). Parece de risa, pero esa circunstancia le ha causado al patrocinador más de un contratiempo.
Imaginen, por ejemplo, que el patrocinador se hiciere merecedor de algún premio, equis, digamos el nóbel de literatura o el título de campeón goleador de la liga veterana, alguna cosa así, hipotética, y que, a la hora buena, a la hora en que se tocan los himnos y se entrega medalla (y lanita) y se cuadran príncipes y méndigos (perdón, borren el acento a mendigos), a la mera hora clave en que se iluminan los proverbiales quince minutos de fama mundial, el maestro de ceremonias, atragantado por la displicencia del apellido, meta la patota y ¡zas!, mencione el apellido equivocado. Imaginen.
Por errores menos trágicos que ese han sobrevenido infartos, apoplejías y males de Parkinson; han costado herencias codiciadas, sucesiones jerárquicas y títulos nobiliarios. No es el caso de nuestro patrocinador, pero ilustra la potencialidad del equívoco.
Así que, tomando en consideración el respeto que se merece el patrocinador, y presentado el remoto (aunque probable) caso de que tuviesen que citar su apellido ya para difamarle, criticarle, adularle, ensalzarle, ensalsarle (si es de chipotle, mejor), criticarle (ah, ya dije, pero pueden criticarle doblemente), premiarle, vilipendiarle, candidatearle, apedrearle (perdón, en este caso pueden hacerlo sin mencionarle), reconocerle, identificarle, desconocerle, exiliarle, acusarle, felicitarle, negociarle, publicarle, desterrarle, encarcelarle, depositarle (en su cuenta de cheques), por favor tomen nota:
Su apellido es MONDACA. M-O-N-D-A-C-A. MON-DA-CA.
NO es ni Moncada, ni Mondaco, ni Montana, ni Vergara.
Es: MONDACA. ¿A poco es tan difícil de tragar?
Un saludo a los nuevos Blogueros.
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