LOS TOMAHAWKS SON MÁS INTELIGENTES QUE GEORGE
Amigos lectores, con profunda pena les informo que estaré fuera de actividad hasta el próximo domingo. Nos han invitado a una casa de playa frente al Mar de Cortés y no hemos tenido más remedio que aceptar, aún en contra de nuestra voluntad.
El mar me llama como la tumba al moribundo, como las barriadas iraquíes a los alados Tomahawk. Disculpen esta cínica alegoría pero no dejo de pensar que esos artificios inteligentes y detonantes surcan en este momento los cielos árabes en busca de venganza y de petróleo.
En una ocasión estuve a punto de morir ahogado en ese mar tranquilo y generoso. Un nativo del Golfo de Santa Clara me tomó de la cintura cuando mis pulmones estaban a punto de estallar y me sacó con todo y mis diez años de edad. El muchacho tenía 16. Cuando por fin alcanzamos la orilla, me desplomé vomitando agua salda y temblando de miedo. Esa tarde, cuando la marea se había retirado cientos de metros, me senté en la arena y lloré sin control recordando los momentos definitivos que viví unas horas antes. Cerca de ahí, un par de mantarrayas varadas eran devoradas por las gaviotas. La muerte cobra expresiones singulares en el mar y sus alrededores. Lo ví de cerca y sentí pánico.
Y pensar en el pánico ante la muerte me lleva de nuevo a Irak, donde seguramente miles de inocentes morirán sin remedio en este espasmo cruel de poder geopolítico y soberbia tecnológica. Bush podrá levantar la guirnalda de la victoria en esta guerra, pero su tumba llevará por esquela dos palabras dolorosas: oprobio y estupidez. Las generaciones venideras verán en sus libros de historia esta página negra y recordarán a los Bush como los mercaderes del templo en el albor del milenio, sólo que ahora inyectados de poder ilimitado y universal. Los recordarán como reptiles que treparon hasta la cumbre de la idiotez y la abulia colectiva de sus paisanos.
Para su mala fortuna, los iraquíes no doblan las manos tan fácilmente y no dudo que estarán esperando impacientes la llegada de la infantería de la coalición de la conveniencia. Esperemos lo peor.
Por favor ciuden mucho a George y platiquen con Vicente, no lo dejen solo. El domingo les cuento si el mar sigue calmo.
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