viernes, abril 18, 2003

THE DREAMCATCHER, EN LA SENDA DE H.G. WELLS Y RAY BRADBURY

Ayer vimos The Dreamcatcher, película basada en una novela de Stephen King. No hablaré de director, guionista ni actores. La película es un fiasco, no solamente por los garrafales errores y lagunas guionísticas que exhibe. Sin rubor, repite al pie de la letra el esquema del género de ciencia ficción que inaugurara H.G. Wells a fines del siglo XIX.

Algunos escritores aseguran que la ciencia ficción como género literario tiene su génesis en las aventuras de Odiseo o las leyendas chinas; otros afirman que fue la premonitoria imaginación de Julio Verne la que prefiguró ese rasgo narrativo. Sin embargo, se asume que el creador de la ciencia ficción moderna fue el escritor británico H.G. Wells.
Wells, escribió unas doce novelas y más de 70 historias sobre el género a partir de una fecha tan temprana como 1895. En 1898 escribió su famosa novela La Guerra de los Mundos, la prototípica invasión marciana a la tierra; los marcianos son derrotados no por el ingenio y la tecnología terrícola, sino por el efecto casuístico de una bacteria, un ser inferior que nos salva de la tragedia ineluctable.

En el caso del bodrio basado en S. King, un ser interplanetario que, por un período de tiempo largo y fortuito, se incubó inexplicablemente en un retrasado mental terrícola, es la clave de la salvación humana. El escenario, los EU, desde luego. Una nave ET realiza un aterrizaje forzoso en un bosque gringo y traza su plan de predominio. Hollywood se ensaña con un público dispuesto a creer cualquier cosa, luego de haberlo entrenado por más de medio siglo en tragarse las mismas patrañas.

Crónicas Marcianas -entre otras obras- de Ray Bradbury, continuador exitoso de la línea de Wells, establece una hegemonía en revistas y comics en los años 50s, y es una plataforma idónea para saltar a la pantalla chica y al cine. Dimensión Desconocida, Dunes, Bajo el Planeta de los Simios, Depredador, Terminator, los Expedientes-X son variaciones del mismo tema.

El resultado práctico de la propaganda UFOnica que se propagó por toda la segunda mitad del siglo XX hasta la fecha -más allá del negocio que representa la explotación de este género-, ha redundado en la desorientación de la población estadounidense y otras naciones contaminadas de semejante alienación.

Curioso que en el país de mayores avances tecnológicos, más de la mitad de la población adulta estadounidense crea firmemente en la existencia de OVNIs y que una colateral legión de seguidores de astrólogos y futurólogos transforme el perfil de creencias de un pueblo que vio llegar a la luna a un grupo de paisanos suyos. Mientras tanto, los diez mil telescopios profesionales y semiprofesionales que operan en suelo de EU, jamás han podido captar ninguna nave.

Otro dato: la imposición de salvajes recortes presupuestales a la NASA (Agencia Aeroespacial de E.U.) y a la investigación científica en general, la cancelación de los grandes proyectos aeroespaciales de los años 60, contrasta con el hecho de que la industria hollywoodense vive sus mejores épocas promoviendo futurismo, violencia y diversidad sexual, terror y magia. Esa es la histeria colectiva. Enfermedad cultural de un país dispuesto a exportar sus endemias.

La cosa se puede reducir a lo siguiente: La ciencia ficción, mucha ficción y poca ciencia.

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